Asalto de PáginaInternacionalOpiniónzDestacado

PROPINAS IMPERIALES

Por: Agustín Escobar Ledesma

En las doradas playas de la Costa Central de California, las focas duermen tomadas de las manos para que, en caso de ser sorprendidas por la marea o algún depredador, no se separen ni se pierdan en las aguas del océano Pacífico.

Mientras, en el mar, con negros trajes térmicos, los surfistas se deslizan en las olas semejando juguetones leones marinos que se divierten trepados sobre largas y livianas tablas de resina epóxica, que se atan a los tobillos con un cordel, para no perderlas cuando las olas los revuelcan.

Desde los restaurantes situados a la orilla de la playa, los turistas disfrutan de espectaculares atardeceres, mientras comen y beben. Por supuesto que existen lugares al alcance de todos los bolsillos, los más económicos son de 14 dólares y los mejores están de 34 dólares para arriba, y, en el menú, se encuentran platillos consistentes en huevos preparados de diversas maneras, así como hamburguesas, sándwiches, cortes finos de carne, mariscos, ensaladas, cangrejo, salmón, atún, etc. Por supuesto que el costo de cervezas y botellas de los exquisitos vinos producidos a lo largo y a lo ancho de California, es adicional.

Lo que representa diversión, entretenimiento y turismo para la gente que llega a este lugar durante las vacaciones, principalmente las de verano, se convierte en fuentes de trabajo para todo tipo de personas, nacionales, residentes e, incluso, indocumentadas a quienes, sin distinción, les pagan a 15 dólares la hora.

En cada restaurante trabajan alrededor de 35 empleados entre los que se encuentran cocineros, lavaplatos, garroteros, cantineros y meseros, siendo este último el puesto más codiciado debido a las tips (propinas), que no son obligatorias, sino opcionales, pero que, en la cuenta de consumo, se sugieren porcentajes de 18, 20 y 25. Son contadas las personas que no dejan propina.

En verano, cuando más turistas acuden a las playas, los meseros pueden obtener hasta 300 dólares diarios por concepto de propinas, cantidad que únicamente es para ellos, después de compartir el total de las propinas del día con el resto de los trabajadores.

Por supuesto que con un poco menos de 6 mil pesos mexicanos diarios, tan sólo de propinas, casi cualquier habitante, del llamado tercer mundo, arriesgaría la vida en cruzar la frontera para arribar al mítico American Dream. Tal vez por esta situación, de ingresos tan desproporcionados, respecto a los obtenidos en los países de la periferia, surgió la fantástica visión que en Estados Unidos la gente llega, literalmente, a barrer dólares.

En 2020 y parte de 2021, por la pandemia de la Covid-19, al cerrar los restaurantes, los trabajadores locales y residentes fueron apoyados por un programa del gobierno federal que, durante más de un año les otorgó apoyos mensuales de 2 mil dólares sin trabajar. En contrapartida, quienes son indocumentados no los recibieron, por lo que se dieron casos en el que las remesas ahora fueron a la inversa: de México a Estados Unidos.

Sin embargo, como bien dice el clásico, no todo lo que brilla es oro, porque lo que pareciera el paraíso terrenal de los trabajadores, en realidad representa al capitalismo salvaje más descarnado, debido a que los empleadores incumplen con las leyes en materia laboral.

Por esto es que, quienes venden su fuerza de trabajo, da lo mismo que tengan un mes o veinte años de antigüedad laboral, porque los patrones no les dan seguro social, no les pagan vacaciones ni horas extras y tampoco les dan reparto de utilidades, panorama que provoca una alta inestabilidad laboral y los trabajadores laboran unos meses aquí y otros allá porque da exactamente lo mismo.

Cuando los empleados tienen problemas de salud o se accidentan, cada quien se rasca con sus propias uñas, acudiendo a los hospitales públicos en donde, después de un estudio socioeconómico, de cualquier manera, deben pagar por el servicio médico, así como por los fármacos recetados.

En cuanto a la vivienda, la mayoría de trabajadores paga rentas que van de los dos mil dólares por una casa o bien cuartos en 500 dólares mensuales; pensar en casa propia es como pretender un viaje a la luna. También está la compra de alimentos, porque, así seas cocinero, el restaurante no te regala alimentos, si acaso te los vende con descuento. Además, está el pago del seguro del automóvil porque, sin auto, es prácticamente imposible la movilidad humana, la gasolina cara, etc.

Salvo los cocineros que trabajan tiempo completo de 40 horas semanales, los demás empleados de los restaurantes trabajan medio tiempo, con 20 horas a la semana, y trabajadores de tiempo parcial que reciben un salario por hora y están obligados a cumplir con las obligaciones laborales en el lugar en el que prestan sus servicios, como si fueran trabajadores de tiempo completo.

Sin embargo, en Estados Unidos, una gran cantidad de empresas, grandes, medianas o pequeñas, escamotean a los trabajadores las prestaciones sociales o beneficios laborales, a pesar de estar consagrados en distintas leyes del país: Ley de Normas Justas del Trabajo, Ley de Administración de Seguridad y Salud Ocupacional y Ley de Seguridad del Ingreso para la Jubilación.

John Q, es el título de una película de 2002, protagonizada por Denzel Washington, que muestra los estragos de la aplicación de las políticas neoliberales en Estados Unidos desde 1980 que dieron fin al walfare (estado de bienestar), debido a que a partir de este año aumentó la desigualdad, hay estancamiento salarial y disminución de los derechos sociales de la clase trabajadora.

John trabaja tiempo completo en una fábrica, 40 horas, pero la empresa le hace trampa y reporta menos horas por lo que el seguro social no le cubre los gastos médicos, por 275 mil dólares, para que su hijo sea operado del corazón.

Ante la desesperación por la falta de recursos para salvar la vida de su hijo, con un arma, John toma de rehenes a pacientes, médicos y enfermeras del hospital en el que está internado su retoño, hasta que logra a punta de pistola que sea atendido por un sistema de salud privatizado, fuera del alcance de la clase trabajadora.

En los restaurantes de la Costa Central de California, los empleadores son exigentes con los trabajadores, no les tienen consideración ni miramientos. Si no pueden trabajar por enfermedad o accidentes no les apoyan ni les pagan un centavo; si llegan a trabajar y no hay clientes, los regresan, obviamente sin pago de por medio, en tanto que, si laboran más tiempo de su jornada, las horas extras también se las pagan a 15 dólares.

Tal vez lo que hace falta a quienes venden la fuerza de su trabajo en los restaurantes de la Costa Central de California, sea organizarse tal y como lo hacen las focas de la región, que, ante el peligro de los depredadores, se protegen juntas, tomadas de las manos.

SIC mx

Mostrar más

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba
Cerrar
Cerrar

Bloqueador de anuncios detectado

Por favor, considere ayudarnos desactivando su bloqueador de anuncios