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Liberalismo clásico, liberalismo vulgar y progresismo

Reconozco que la fuerza del liberalismo mexicano del siglo XIX edificó a nuestro país en lo político y en lo jurídico, en lucha e integración con otras dos fuerzas que coexisten desde ese siglo: el catolicismo jerárquico y el capitalismo industrial. Pero el liberalismo republicano profundo no logró llevar esos ideales político – jurídicos a la vida económica, a la esfera económica, o la estructura económica, y en ese espacio estructural siguió la explotación extrema de los pobres, las desigualdades económico-sociales históricas, la absolutamente injusta distribución de la tierra y las riquezas naturales, la creación de elites dominantes, acaparadoras y oligopólicas que acapararon para ellas solas el progreso económico. El liberalismo clásico del s. XIX no evito el surgimiento del porfirismo, el sistema de acumulación de capital más bárbaro que ha conocido este país.

          La Revolución Social del 1910 fue la respuesta inevitable a la acumulación bárbara de capital del sistema porfirista, esa Revolución fue una respuesta histórica profunda al liberalismo extremo que se explayo en el porfirismo, pues hay que reconocer que también en lo formal el porfirismo afirmaba ser el sucesor y heredero del liberalismo republicano del XIX. Pero tampoco la Revolución de 1910  pudo eliminar las bases estructurales profundas de la explotación de las masas campesinas y obreras, aun cuando en sus primeros años y hasta el gobierno de Cárdenas, los campesinos estaban armados y reclamaban la entrega de los latifundios y los obreros industriales empezaron a organizarse para recibir los beneficios sociales de la Constitución de 1910, como la jornada máxima de 8 horas, la libre sindicalización, la prohibición de las formas salvajes de trabajo del porfirismo, etc. La Revolución del 10 fue no obstante sus limitación un avance histórico enorme en que México pudo avanzar con rapidez.

          Creo que la derrota, desgaste o extinción de los avances de la Revolución de 1910, empezó desde 1964 en formas de dominio económico de elites políticas y económicas que de nuevo se fortalecieron y lograron imponer desde 1982, con más precisión, el nuevo modelo dominante de acumulación de capital, el modelo neoliberal, que es conocido por todos y que ha tenido un HASTA AQUI en julio de 2018. El desarrollo del neoliberalismo ha sido posible por la pervivencia de tres fuerzas potentes que están enraizadas en la sociedad mexicana: el catolicismo jerárquico conservador, el capitalismo industrial-financiero-bancario mexicano y el liberalismo, pero no el liberalismo republicano profundo del S XIX sino un liberalismo vulgar. Esta mezcla política de estas fuerzas es aún muy fuerte (hay química política entre ellas),  aún vive y es fuerte, pero no me corresponde analizar la historia ni el futuro del catolicismo jerarquice conservador, ni del liberalismo vulgar, eso será tarea de otros investigadores y analistas.

          Me interesa decir que la tercera fuerza aun per viviente y dominante de la triada cultural-política que ha modelado a este México, es el capitalismo industrial-financiero mexicano, y reconocer que aún es fuerte y esta reestructurándose y ha aceptado hasta ahora la política del nuevo gobierno obradorista. No ha tenido una actitud de lanzarse con todo contra el proyecto reformador y transformador del Presidente López Obrador, tiene una actitud prudente y cauta, aunque hay sectores de la elite económica que aun exhortan a enfrentar y contrarrestar las reformas sociales y legales de Andrés Manuel López Obrador. El sector capitalista mexicano es la incógnita que hay que ir analizando en todo su desarrollo, porque tenemos que responder a estas interrogantes: ¿el capitalismo (mexicano) se puede reformar o ya no puede renovarse ni reformarse por sí mismo? ¿La política económica del Presidente Obrador podrá reformar al capitalismo mexicano? ¿Debe o puede el gobierno de Obrador y su proyecto transformador reformar al capitalismo mexicano o deberá buscar una ruta nueva de desarrollo nacional? ¿Qué se puede esperar del capitalismo mexicano, un desarrollo independiente, nacionalista y equilibrado? ¿O qué?

          Estas preguntas deberán planteárselas y responderlas el progresismo social profundo que se está construyendo como una nueva corriente de pensamiento y acción en muchos espacios políticos en México (entre ellos en morena), porque, como hasta Televisa y sus teóricos lo saben, el liberalismo vulgar (el priismo) y el catolicismo jerárquico conservador (el panismo) fracasaron en crear un modelo de país más igualitario, democrático, equilibrado y funcional (la parejidad de lo parejo). El progresismo social profundo deberá ser esa nueva corriente política y social que elimine a los sistemas de explotación y dominación que no pudieron ser eliminador por el liberalismo republicano clásico ni por los gobiernos revolucionarios y pos-revolucionarios de 1910 hasta 1964, a pesar de sus enormes avances sociales.

          Así entonces creo que el progresismo social del presente debe retomar tareas del pasado que quedaron sin concluir y avanzar a temas del siglo XXI, en alianza con el sector público que hoy es conducido por el gobierno del Presidente Obrador, cuya responsabilidad y compromiso están fuera de duda. El progresismo también debe establecer alianzas con el sector social de nuestro país, este sector constitucional que ha sido tan ignorado por el neoliberalismo. Debe apoyarlo, impulsarlo y dinamizarlo hasta que alcance un fortalecimiento pleno de sus potencialidades y quizá lograr en una década que sea el sector económico más importante, superando las capacidades del sector privado y aun las capacidades del sector público. Y también tener alianzas, acuerdos, pero no supeditación con el sector privado. Y más alianzas con sectores sociales excluidos y sometidos por el neoliberalismo: los pueblos originarios (cuya relación no es fácil, pero hay vías para el entendimiento),  el sector femenino, las juventudes, las capas de trabajadores independientes  autoempleados y más.

En opinión de

Miguel Nieto Escudero

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