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Todas las oportunidades: No sólo empresas importadas

Enrique Kato Vidal

Que haya empleos para todos y, de ser posible, que sean bien pagados, es un problema a resolver que nunca desaparece de la agenda. Algunas veces al año, desde la esfera de los gobiernos locales, los funcionarios destacan y publicitan la apertura de una nueva gran empresa. En esos eventos, se suele anunciar cuántos empleos tendrá, no en lo inmediato, sino cuando se encuentre en plena operación, un par de años adelante. En cualquier ciudad, una nueva empresa es sólo una pizca del mundo laboral y sin embargo tiene un alto valor simbólico positivo. En esa comunicación, los funcionarios suelen destacar empresas conocidas o con amplia trayectoria, lo cual en la mayoría de los casos son empresas extranjeras, quizá para contrarrestar la incertidumbre típica de los negocios y una posible decepción en caso de quiebra.

En otra oficina de gobierno, se entremezclan los programas de apertura de negocios y de generación de empleos. Las directrices se basan en otorgar créditos para el autoempleo o capacitación para los emprendedores. Esta vertiente de la economía local no suele recibir los reflectores noticiosos. Estos apoyos representan un rubro muy pequeño del presupuesto público, sin un impacto social notorio. Van y vienen los períodos de gobierno y esos programas mutan y permanecen. Incluso, desde la época de campaña, se escucha a los candidatos afirmar que ellos ayudarán a la población con créditos y capacitación para emprender. En esa promesa, no se dice lo que se busca resolver, ni tampoco si es algo que los ciudadanos.

Usando o no la ayuda de gobierno, todos los días las personas crean sus propias fuentes de ingreso. Desafortunadamente, la precariedad es el rasgo distintivo en México y Latinoamérica, la cual se expresa en la abundancia tanto de autoempleo, como de micro/pequeños negocios familiares. Es una realidad tan generalizada que más de la mitad de los empleos está en condiciones de pobreza laboral o se encuentra muy vulnerable a la pobreza (www.coneval.org.mx/). Desconocer que es enorme el desafío, hace que muchos funcionarios se equivoquen o mientan diciendo que, con unos pocos créditos, y algo de inversión extranjera, se puede revertir la inocultable precariedad laboral e incrementar el nivel de vida. Ante esta perspectiva, debería reconocerse que la solución de fondo no está en el libre mercado. Otra manera de ver que el libre mercado no es la solución es observar la falta de un incentivo común del sector empresarial con el desarrollo social. La divergencia de incentivos privado/social es mayor y más notable entre mayor sea el tamaño de las empresas y cuanto más poder monopólico ostentan.

¿Qué pasó con las veces que dijiste tener las respuestas?

Para promover el desarrollo, los gobiernos pueden actuar ya sea de forma directa o indirecta. La alternativa más cómoda de los políticos son acciones indirectas (i.e. hacer promoción o ferias), aunque rara vez ocurren. Luego de décadas de neoliberalismo, los actores políticos temen aplicar intervenciones, dada la creencia de que sus acciones puedan crear un daño irreparable a la economía. Como analista económico puedo anticipar que es más probable que una acción de gobierno pase inadvertida, sin un efecto perceptible, y concedo una probabilidad muy baja de que haya un daño permanente. Por el contrario, sí existe el potencial de mejorar el nivel de vida de una población objetivo, siempre que haya una política pública bien diseñada.

Daré un ejemplo. En Japón, una acción indirecta de los funcionarios de gobierno es cuando orientan mediante mensajes a los actores económicos para que intensifiquen o reduzcan su actividad privada, según sea deseable para la mayoría (‘window guidance’). Esta estrategia de orientación pública sólo es efectiva si los actores privados ajustan sus decisiones personales a los criterios sugeridos desde el gobierno. Para anteponer las prioridades personales al bienestar colectivo, se requiere reconocer que es legítima la decisión del gobierno, al igual que asumirse como parte de esa sociedad. De vuelta al contexto mexicano, los funcionarios económicos no dan orientaciones sobre cuál es la intensidad deseable, distinta al libre mercado, con que deberían operar las empresas, ni tampoco señalan un horizonte para que se reduzca la brecha salarial entre hombres o mujeres, por citar esos ejemplos. Todo queda en el ámbito privado y el gobierno se cruza de brazos y calla.

Ante el silencio, se mantienen y reproducen desigualdades, permanecen obstáculos laborales para los jóvenes, para las mujeres y también para las personas de mayor edad. Pero, si las políticas ‘blandas’ no son efectivas, ni tampoco tenemos el nivel de vida deseado con la libre operación de mercados, entonces la herramienta a usar debe ser intervenciones directas. En caso de inacción, se continuaría favoreciendo al status quo y, como hemos señalado, ese es un régimen de precariedad e injusticia. Ambas son la antítesis de un desarrollo pleno y compartido.

En países con escasa industrialización, como México, son visibles los dos polos de la economía. En un extremo, los micronegocios o el autoempleo y, en el otro, las grandes empresas o multinacionales con miles de trabajadores en sus nóminas y trasladando inversiones, de un país a otro y, en contraparte, las ganancias empresariales se mueven en la dirección opuesta, esto es, de los países pobres hacia los pobres ricos. En medio de esos dos extremos, puede distinguirse un tercer vértice, en el cual se puede agrupar a las empresas locales, que se caracterizan como empresas pequeñas o medianas, cuyos propietarios viven en la misma ciudad y suelen trabajar en los puestos directivos.

Este conjunto de empresarios avecindados en la región y conocedores de la realidad local, puede ser el interlocutor con los funcionarios encargados de la economía. Desde esas cámaras empresariales, se podrían dar a conocer los datos sobre el potencial de sus regiones y la distancia que existe entre el presente y ese futuro esperado. Cada cierto número de años, llega a ocurrir alguna reunión destinada a ese propósito. Sólo que aquellas buenas intenciones se desvanecen, usualmente, en los meses posteriores al período electoral. Además, esa interlocución no se vuelve fructífera. En parte, porque los empresarios suelen repetir como solución la misma estrategia que se dice desde el gobierno. A saber, dicen ellos, necesitamos créditos accesibles y mayor atracción de inversión extranjera, los cuales serían acciones indirectas.

Me dijiste lo que estabas pensando, pero yo ya lo sabía:

Encuentro disonante que desde el sector empresarial local surjan voces que digan que la solución a los problemas económicos sea traer de fuera, exactamente lo que ellos hacen: empresas, pero con capital extranjero. En paralelo, puedo apuntar, por ejemplo, que yo no he escuchado a ningún funcionario universitario indicar que la educación superior del estado mejoraría si llegara una universidad extranjera. No creo útil especular sobre cuál podría ser la causa para que un empresario local reconozca como solución social la necesidad de empresas extranjeras. En vez de ello, sólo abundaría citando que, cada vez, hemos visto a más empresarios locales pedir el voto y tomar protesta en algún puesto de elección popular.

A modo de cierre, les comparto el panorama que se obtiene al revisar las estadísticas. En México, hay cerca de un millón de registros patronales (empresas) al Instituto de Seguridad Social (Imss). Aunque muchos lo crean cierto, las empresas extranjeras no son el grupo que dinamiza la economía nacional. En cambio, la atención debe centrarse en lo que el Instituto de Estadística (Inegi) llama ‘establecimientos grandes’: aquellos negocios con altas ventas, sedes en varios estados del país y, en su caso, actividad de exportación. Este conjunto de grandes empresas ha venido creciendo y ganando terreno, son cerca de 300 mil negocios, la enorme mayoría de capital nacional. Ante ello, podríamos ver el vaso medio lleno o medio vacío. Podríamos creer que ha habido un proceso de grupos nacionales que se han expandido a múltiples puntos del país. O también podríamos ver la falta de inversiones locales y, con ello, la supeditación de lo local a las decisiones que toman quienes viven a muchos kilómetros de distancia.

Contacto enriquekato@uaq.mx

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