Nacional

Buscarles con vida, la lucha por la esperanza

A las personas desaparecidas también se les busca con vida; podrían estar en cualquier lugar del país: en salas de emergencia de hospitales públicos, en centros de rehabilitación, en psiquiátricos, en cárceles. ¿Por qué resignarse a buscarles solo en fosas?

Los casi 80 familiares de personas desaparecidas de distintas regiones del país que integraron la Brigada Búsqueda Nacional en Vida, en su primera edición en Jalisco, realizada del 9 al 18 de marzo lograron el hallazgo con vida de un chico de Veracruz, internado sin consentimiento en un psiquiátrico público y se llevan a sus estados 34 datos positivos de otras personas desaparecidas, que podrían seguir con vida.

Foto: Paloma Robles

Las Brigadas de Búsqueda, son esfuerzos colectivos y autogestivos que realizan familiares de personas desaparecidas de distintas regiones de México para intensificar la búsqueda de sus seres queridos. No escatiman en tiempo ni esfuerzo.

Cada Brigada lleva consignas distintas, hay algunas que se hacen a campo abierto, en donde rescatan cuerpos sepultados en fosas. Otras, como la realizada en Jalisco, buscan a personas con vida, en instituciones públicas como hospitales o cárceles. Cuando se requiere también dedican tiempo para revisar los Servicios Médicos Forenses.

“Aquí compartimos de todo” dice Martha Montelongo, mamá de Rocío Lizbeth Medina, desaparecida en Tamaulipas hace 7 años. Sentada en una jardinera, Martha sirve una coca-cola en vasitos y conversa con demás mamás de la brigada, a las afueras del Instituto Jalisciense de Salud Mental (SALME), la tarde del viernes 13 de marzo, en el municipio de Tlajomulco, a la espera de saber qué va pasar con Adolfo, un chico de Veracruz que, el día anterior, durante el recorrido que hizo la brigada en esa institución, confesó a una de las integrantes que quería regresar a casa. Les dio el nombre de su mamá y un número de contacto de una cabina de teléfono. 

Foto: Paloma Robles

Adolfo tenía tres años sin ver su familia. Lo ingresaron al SALME el día 6 de marzo, con el riesgo de permanecer ahí sin ser identificado, una trabajadora social firmó su ingreso. Llegó ahí porque unos policías municipales lo detuvieron en la calle, el muchacho iba en estado alterado por consumo de drogas. Entró sin certezas de cuál era su nombre. 

“Cuando nos toca estar en el centro psiquiátrico fue como: ¡A este chico yo lo he visto! Yo trataba de recordar, pero las autoridades querían que yo les dijera quién me había dado el nombre, detalles, que tal vez en ese momento no los tenía” relata Lidia Lara, originaria del Puerto de Veracruz. Lidia busca a su hermano Ángel Gabriel Tobón Fuentes, desaparecido el 6 de junio de 2017 en Boca del Río, Veracruz, tenía entonces 17 años.

Foto: Paloma Robles

Casi como campeona de memorama, Lidia supo que Adolfo era uno de los chicos desaparecidos que había visto en fotos hace unas semanas antes, durante la Brigada Nacional de Búsqueda que se hizo en Papantla, Veracruz. Cuenta que en esos días, en en una de las rancherías de la zona, se topó con un montón de mujeres que le mostraron fotos de decenas de personas desaparecidas; muchos de esos chicos no habían sido denunciados por desaparición. En una de esas fotos estaba el rostro de Adolfo, por eso lo reconoció.

“Yo me comprometo siempre, en cada lugar que voy y si me dicen: ‘llévate a mi hijo, te lo encargo, grita su nombre, en donde quiera que estés’, entonces yo los adopto. Me comprometo, no solo con la compañera, sino con la persona que me están entregando”, platica Lidia.

Cuando entraron en las habitaciones del psiquiátrico Adolfo tenía cara de sorpresa, como queriendo decir algo, “lo vi coherente aunque un poco medicado” -dice Lidia- mientras narra que encontrar a Adolfo y entregarlo a su familia es una victoria importante en su historia, pero sobre todo es un recordatorio de que su lucha sigue, porque -en su lectura- si su hermano Ángel Gabriel no ha aparecido en las fosas en las que ella ha buscado por todo México, debe estar vivo, como Adolfo.

Adolfo fue entregado a su familia el sábado 14 de marzo, la Brigada de Búsqueda gestionó su traslado, pero la proeza de encontrarlo no esconde la desazón que sienten algunas mamás de saber que en algunos hospitales psiquiátricos, como en SALME de Tlajomulco, hay gente que termina abandonada por sus familias cuando ellas buscan de día y de noche a sus hijos.

“Se vivió tristeza, se vivió alegría, angustia, también coraje. Coraje, porque nosotros estamos buscando a nuestros hijos y aquí hay personas que dejan a sus familiares (…)Vivimos alegría porque encontramos a este chico, pero también tristeza por que al ir visitando los cubículos, observas la angustia, la enfermedad, la pobreza institucional, la falta de atención”, reflexiona Rosaura Patricia, una de la organizadoras de la Brigada de Búsqueda en Jalisco, enfermera jubilada, madre de Carlos Eduardo Amador Magaña, desaparecido en Tlaquepaque en junio de 2017.

Los datos que podrían ser positivos

Las pistas diseminadas en dichos, en posibilidades, en reencuentros; son gotas de agua helada que aceleran el corazón de quien busca a sus familiares con vida. Pero antes de entregarse al gozo por el encuentro, las familias se concentran en la mirada de cada persona que observa las fotos que llevan de su ser querido. 

Parte del ritual de la búsqueda en vida dentro de una cárcel consiste en mostrar sus imágenes sin ningún indicativo de lugar o fecha de su desaparición ni el nombre de quien buscan. La idea es hacer hablar a las otras personas; si algo les vibra, entonces hacen preguntas.

“El gobierno nos ha acostumbrado a buscarlos en fosas clandestinas, nos dicen: ‘¡Búscalo, pero tienes que buscarlo muerto, porque es de la única manera en que va a regresar’”. Pero Lidia Lara se aferra a buscar a su hermano en vida, y cuando lo hace sus cinco sentidos se abren, su inteligencia se expande, todo entra en juego: las miradas, los olores, el frío en el cuerpo, el corazón que palpita fuerte; como si su espíritu se conectara con el del otro.

En la Quinta Brigada de Búsqueda en Michoacán, realizada en mayo de 2018, recibió información sobre su hermano. Varias personas coincidieron haberlo visto en un penal.

En aquella ocasión registró hasta 50 indicios sobre su paradero. Esas pistas surgieron de encuentros con internos de penales en donde, ella, mostró las fotos de su hermano y los internos le fueron dando algunas características que coincidían con su historia; a ella se le enchinaba la piel de escuchar lo que le decían.

Después de mucho trabajo de convencimiento y depuración de datos, con la Fiscalía de Veracruz, logró hacer la vinculación de la investigación por desaparición de Ángel Gabriel -su hermano- con los penales de Michoacán. Las diligencias siguen abiertas.

Ruth Gumersindo, de Altamira Tamaulipas, mamá de Marco Antonio Guerrero, desaparecido hace once años, habla de sus compañeras de búsqueda como de una familia, como hermanas de un mismo dolor y una misma alegría; la búsqueda con vida de su hijo regresa la esperanza. Después de 9 días de búsqueda colectiva en hospitales y cárceles de Jalisco regresa a Tamaulipas con la satisfacción de Marco Antonio pueda estar en el reclusorio preventivo de Jalisco. Se lo dijeron dos reclusas del Centro Preventivo y de Readaptación femenil en Tonalá, que aseguraron haberlo visto en la enfermería del Penal Preventivo de varones.

Así le pasó a Ruth el lunes 10 de marzo en el reclusorio femenil de Tonalá:

“La chica se acerca a mí y observa [las fotos] y me dice: yo lo he visto. ¡Te imaginas! ¡Sentí que el hígado se me subía hasta las orejas!”

Marco Antonio estaba bien “sin golpes”, le dijo la mujer a Ruth -que por dentro le hervía la sangre-, al precisar que el que podría ser su hijo solo iba a la enfermería por un remedio para el dolor de panza. La reclusa lo observó un día que fue a diálisis, hace aproximadamente dos meses. 

Otra interna también lo reconoció; la mujer le describió Ruth con mucha precisión el tatuaje en el antebrazo derecho con el nombre en cursiva de “Jimena”, el nombre de su nieta.

Lo que las reclusas le dijeron a Ruth le suena verosímil, esa información la contrastó con otras de sus compañeras y entre ellas depuraron los datos. 

Para Ruth, una pista es suficiente para mantener su fe puesta en que Marco Antonio sigue con vida. Se lleva un acta de hechos realizada por la Comisión Estatal de Derechos Humanos y la Comisión local de búsqueda, en la que testifican que dos reclusas dieron información sobre Marco Antonio. Ruth tendrá que entregar eso en la Fiscalía en Tamaulipas, a fin de hacer un convenio de colaboración con el Penal de Jalisco y que el ministerio público pueda indagar en las pistas que Ruth recogió.

El balance de su paso por Jalisco

Buscar en vida es sentir, es recordar la potencia de la entraña, es apelar al instinto, reconocer lo que es verdad en los ojos de los otros y vibrar con la palabra de quien, sin más, decide abrir la boca y el corazón para decir algo que pueda abonar a encontrarles. En ese sentido los nueve días de búsqueda en vida en Jalisco fueron “absolutamente enriquecedores”, comenta Lucy López Castruita, coordinadora de la Brigada. 

La Brigada tenía un itinerario muy extenso de búsqueda que implicaba recorrer distintas regiones del estado; pero su trabajo se interrumpió por la contingencia sanitaria. El martes 17 de marzo, en la visita que hicieron al SEMEFO de Jalisco, les dijeron que no podían seguir las labores. Eran las 2 de las tarde, tenían apenas seis horas revisando los archivos de personas sin identificar en la morgue. Eran tantos los registros por analizar que no alcanzaron ni a completar el mes febrero del 2020. Se llevan la tarea de seguir buscando y regresar en cuanto sea posible. 

Si algo han encontrado, en su primera brigada de búsqueda en vida en Jalisco, es que en este estado, en donde hay más de 9 mil casos de personas desaparecidas, en donde se sabe que los cárteles operan de forma particular; engañando a jóvenes para ponerlos a trabajar; destruyendo con mucha saña los cuerpos ahora encontrados en bolsas de basura en toda la zona metropolitana, es también un espacio abierto a la solidaridad, de quien menos se imaginan. 

Cuando la Brigada de Búsqueda Nacional en Vida vuelva a Jalisco, comenzará por los municipios de Tequila, Ciudad Guzmán y otras localidades del estado “que dejaron sin esculcar” y regresarán al Penal de mujeres a preguntarle a las reclusas por otros de sus hijos, pues consideran que ahí fue donde encontraron más datos.

 “Esas chicas son tremendas, son muy cooperativas (…) Una vez más confirmamos que las mujeres no tenemos miedo, nos quitaron algo muy importante, a ellas su libertad, a nosotras nos quitaron a nuestros hijos y todas perdimos el miedo” -dice Lucy López, mamá Irma Claribel Lamas López, desaparecida hace 11 años en Coahuila.

Paloma Robles es reportera de Jalisco y forma parte del equipo de investigación periodística del proyecto A dónde (lle)van (a) los desaparecidos.

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