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No importa dónde hemos estado: Presupuesto México

Por: Enrique Kato Vidal

Todos vamos por la vida haciendo contribuciones, aportaciones al gobierno. Para empezar, quienes trabajamos no recibimos completo el ingreso, una parte se la queda el gobierno. Luego, al hacer las compras para el sustento, aparece el IVA y es un segundo tributo a la hacienda pública. Esto es, primero se tributa una parte de los ingresos y, después, una parte de los gastos. También se deberían sumar los desembolsos que obligan los impuestos estatales y municipales, por ejemplo, para los propietarios de automóviles o de vivienda. Así, todas las personas, todos los días contribuimos al presupuesto nacional e inevitablemente nos llega el pensamiento de a dónde se va todo ese dinero.

La actividad económica del país se logra lo mismo por el dinero ejercido por el gobierno que por el consumo de las familias y el valor de las exportaciones. Hay personas encargadas de hacer esas mediciones. En el Instituto de Estadística (INEGI) se hacen las sumas necesarias para reportar la famosa cifra del Producto Interno Bruto y confrontar la realidad. Aquella percepción general de que se pagan muchos impuestos podría tener fundamento. En México, el gobierno ejerce un presupuesto equivalente al 25% de la producción y las ventas del país. Más de la mitad de esos recursos se financian con impuestos, los que se complementan con ingresos petroleros y, en menor medida, con deuda. Ante el inevitable agotamiento del petróleo, vivimos con la incertidumbre de cuánto más deberemos pagar de impuestos o cuánto menos tendremos de servicios públicos.

Aunque en una cifra se puede resumir todo el presupuesto nacional, no es sencillo identificar en dónde o quiénes ejercen el presupuesto. En México, tenemos cerca de 2 500 municipios que reciben recursos, además se deben financiar los tres Poderes de la Unión, organismos autónomos, así como entidades y empresas del Estado. En ese universo administrativo, disperso por todo el territorio se canaliza el dinero de las finanzas públicas para atender las necesidades de la población, como atención médica, impartición de justicia, educación o seguridad pública. En los últimos años se han cuestionado las fórmulas con que se distribuye el dinero público. Por una parte, cada entidad federativa busca obtener mayores recursos, ya sea por tener una economía muy productiva, y se alega que deberían quedarse más recursos en el estado, o por ser una economía pobre que demanda mayor solidaridad financiera al resto del país para cerrar las disparidades regionales.

Tenemos lo que se necesita para que el ciclo se rompa: MILCK

Aunque haya diferencias de opinión sobre qué dependencias o regiones deben recibir más o menos recursos, esos aspectos no son las únicas consideraciones a tomar en cuenta. En el presupuesto nacional, hay compromisos para otorgar recursos presupuestarios a los municipios y a las entidades federativas, pero también para el pago de intereses y la deuda por los préstamos con instituciones financieras. La deuda pública es un testimonio vivo y constante de unas expectativas optimistas que se tuvieron en el pasado. En unos casos, la contratación de la deuda pudo haber servido para financiar infraestructura o para poder cumplir compromisos como el pago de pensiones o la compra de medicinas.

En cualquier caso, si alguien creyó que la deuda era una solución, no lo fue y, en cambio, se volvió otro problema porque la cantidad y las condiciones en las que se contrató esa deuda han achicado el presupuesto por décadas. Usted que me está leyendo sabe de lo difícil que es reducir la deuda y lejos queda la discusión de si es posible liquidarla. Cualquiera de nosotros que estamos laboralmente activos podría recrear imaginariamente cómo se tomaron esas decisiones del pasado, donde las generaciones anteriores pidieron prestado a nombre de todo el país y prometieron que habría una herencia de prosperidad a las nuevas generaciones.

Eso siempre pasa con la deuda pública. El gobierno que contrata la deuda no será el mismo gobierno que deberá pagarla. Por eso es tan importante la promesa de prosperidad ya que, en cualquier momento, un grupo de personas puede tener iniciativa y pensar que es equitativo repartir el costo de modernizar una nación con las generaciones futuras. Si salen bien el esfuerzo y las inversiones para el desarrollo, entonces las generaciones heredadas reciben los beneficios y también la responsabilidad de pagar las deudas contraídas. Cuando las cosas salen mal, la herencia que se recibe son la deuda y el desafío de traer bienestar a un país que vive con carencias. En este diálogo intergeneracional, están los terceros quienes siempre salen ganando, ellos son los prestamistas quienes poseen sus contratos que les garantiza cobrar intereses sin importar lo bien o mal que resulten las inversiones públicas.

Todos estamos encontrando el camino a casa: M.

Al final se cumple la jornada laboral y eventualmente también llega el momento en que las personas se jubilan. Esa decisión significa que las horas que antes se dedicaban al trabajo, se convierten en horas del día disponibles para otros planes. Algunas personas que cotizaron a una pensión recibirán sus mensualidades. También existen los programas de gobierno para que la población en edad de jubilación reciba una pensión, no asociada a la condición laboral que haya tenido. En el mundo todos los países están envejeciendo. Con ello, la edad promedio de la población va en aumento y crece la cuantía de personas con más de 65 años. Resulta positivamente sorprendente reconocer las décadas de vida que ganó un mexicano en el siglo XX (CONAPO, Indicadores demográficos). Quienes nacieron cerca de 1950, tuvieron una expectativa de vida de 50 años, entonces la mitad de la población tenía menos de 17 años. En 2000, al cambio de siglo, un mexicano tuvo una esperanza de vida al nacer de 75 años y la edad mediana fue de 22 años. Y esas cifras siguen en aumento. Tenemos más años por vivir, más posibilidades de goce y eso requiere gestionar las finanzas familiares y las finanzas públicas.

Con cada nuevo año, la edad promedio sube. Es el resultado de un éxito de la salud pública, de menos hijos nacidos por mujer y de una decisión de volverse padre o madre a una edad mayor. El envejecimiento poblacional se traduce en que los trabajadores obtienen la edad suficiente para retirarse y cobrar una pensión. Para quienes fueron trabajadores en el siglo XX, ello implica recibir una pensión administrada por el gobierno. En el mundo ideal, no debería haber presión a las finanzas públicas, dado que esos recursos existirían como ahorros, ya que quincena a quincena cada trabajador y su patrón hicieron sus aportaciones al fondo de pensiones. Ese ahorro no se acumuló y el gobierno mexicano debe pagar las pensiones usando el presupuesto anual.

El compromiso con los pensionados es enorme. Se paga más dinero a pensiones que a la inversión pública. Incluso el rubro de pensiones es mayor que el dinero que reciben los estados y municipios. Hay quienes opinan que es una bola de nieve que no se detendrá. Que el presupuesto de pensiones seguirá en aumento. En el pasado se hizo un arreglo para que estemos cerca de que esa bola presupuestaria se detenga. Fue en 1997 cuando entró en vigor una legislación diferente y hoy ya están cerca de la jubilación. Desde entonces, quienes iniciaron su vida laboral reciben un monto de pensión dependiendo de los ahorros que hayan reunido en su fondo individual y no, como antes, de los beneficios de un sistema solidario de pensiones. Estamos llegando a un cambio de época. La bola de nieve se detiene, aunque no desaparecerá pronto. Ocurre lo mismo con las deudas viejas, no desparece por dejar de pedir deuda nueva. Mantener bajo control la deuda pública y el pago de pensiones es un alivio fiscal que da viabilidad financiera a los países. En estos dos rubros, deuda y pensiones, suele haber acuerdos sin importar la ideología política. En los demás temas del presupuesto, la política empantana la discusión. A pesar de ello, cada año la mayoría legislativa aprueba la semilla que es el presupuesto y, en consecuencia, se logran los frutos de la vida nacional.

Enrique Kato Vidal

Contacto enriquekato@uaq.mx

SIC mx

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