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EL IMAGINARIO COLECTIVO EN LA RELACIÓN LABORAL CON LAS TRABAJADORAS DEL HOGAR

EL IMAGINARIO COLECTIVO EN LA RELACIÓN LABORAL CON LAS TRABAJADORAS DEL HOGAR: APORTES DESDE LA PSICOLOGÍA SOCIAL

Psic. Liliana Vázquez Roa .
Contraloría Ciudadana de Querétaro.
Foro consultivo «Hacia la fijación del salario mínimo de las trabajadoras del hogar».

Esta presentación está sustentada en un tripié sobre la relación entre personas empleadoras y empleadas: hogar-comunidad-economía justa.

¿Qué se imagina una persona cuando va a ser empleada en el hogar?, ¿qué espera?

En algún momento de mi árbol genealógico, miembros de mi familia fueron empleados del hogar o esclavos. ¿Qué se imaginarían nuestros abuelos en esta situación, qué se imaginarían mis padres?, Yo, hoy en el 2019, ¿pienso lo mismo que mis antecesores?

El imaginario colectivo se refiere al conjunto de mitos y símbolos que tiene un grupo, una comunidad o una sociedad. ¿Cómo han sido las relaciones laborales en el ámbito del hogar?, ¿han cambiado?, ¿cómo son hoy?

En la actualidad, ¿cuáles son las prácticas comunes?, las personas empleadas del hogar cómo viven en sus trabajos?, ¿cubren sus necesidades básicas, les gusta su trabajo? Sobre las personas empleadoras; ¿cómo viven la relación con sus empleadas y empleados?, ¿tienen la capacidad de analizar si generan condiciones laborales dignas en el marco de los derechos humanos?

Hablando específicamente de nuestro país, existen incluso telenovelas que construyen y reproducen este imaginario que a todas luces es discriminatorio. Desde los sueños de ser rica y que sólo se alcanza a través de enamorarse de un príncipe azul (que es el dueño de la casa o del hijo de la dueña); que los pobres son los buenos, y que los “ricos” son los malos, o historias donde la persona trabajadora del hogar pertenece a una red de crimen organizado, así como una serie de símbolos que están en este imaginario. Por lo que las novelas y programas de televisión se vuelven una “distracción-consuelo”, una especie de “opio” que nos arranca de la dureza de lo cotidiano (Assman, H., 1987).

En este imaginario, como dice Ivone Gebara, “… a primera vista parece que las mujeres pobres creen que no tienen poder y que sólo los ricos, las personas que poseen propiedades, los que mandan y, por supuesto, Dios y las fuerzas celestes, gozan de aquello que se llama “poder”, y de él se sirven para diferentes fines” (1994, pp- 107-108). Cómo quitar el mito, como decía Rosario Castellanos: “… desde que nace una mujer la educación trabaja desde el material dado para adaptarlo a su destino y convertirlo en un ente moralmente aceptable, es decir, socialmente útil. Así se le despoja de la espontaneidad para actuar; se le prohíbe la iniciativa de decidir; se le enseña a obedecer los mandamientos de una ética que le es absolutamente ajena y que no tiene más justificación ni fundamentación que la de servir a los intereses, a los propósitos y a los fines de los demás” (1984, p.14).

“La sociedad capitalista en que vivimos, produciendo un desempleo a gran escala, disminuyendo las condiciones humanas de vida, provocó también una crisis profunda de identidad del hombre y reforzó la imagen doméstica de la mujer” (Gebara, I., 1994, p. 75). “Tener poder pareciera estar mezclado con tantas cosas malas que las mujeres siempre prefieren decir que no lo tienen. Otros tienen poder, pero no las mujeres pobres” (op. cit., p. 108).

El ejercicio del poder, en una sociedad dualista, presupone el no-poder de otros grupos; y en México, las mujeres pobres son excluidas de este ejercicio del poder, ellas rechazan y niegan el poder-voracidad y viven con una sensación de que esto no se puede cambiar, su comportamiento se caracteriza por “no-poder”.

“Aquí el ‘no-poder’ no es la negación de todo poder, sino la negación de cierto tipo de poder, del poder vivido en nuestras sociedades de abundancia, el poder patriarcal, el poder del capital, el poder de la coerción el poder de los medios de comunicación con todas las sutilezas y trampas que prepara al pueblo” (op. cit., p. 11).

Las mujeres viven la negación de este poder en el sentido que ellas no lo producen. Se les discrimina, se les sobreexplota, se abusa hasta sexualmente, se les reduce a situaciones de esclavitud. La invitación de la Conasami y organismos gubernamentales involucrados, es visibilizar este enorme problema y construir políticas públicas donde las personas empleadas del hogar, que en su mayoría son mujeres, sepan que tienen la fuerza para modificar su cotidianidad, en un trabajo en equipo, entre familias, donde el Estado es regulador, educador, pero no posesionario del poder en estas nuevas relaciones que no se reducen a un seguro social, ni a un sindicato. Es preciso llegar a incidir en los medios de comunicación, en la religión y en la educación para cambiar el imaginario discriminatorio y excluyente por este tripié que sustenta la relación entre personas empleadoras y empleadas: HOGAR-COMUNIDAD-ECONOMÍA JUSTA.

“Durante 2017, el valor económico del trabajo no remunerado en labores domésticas y de cuidados alcanzó un nivel equivalente a 5.1 billones de pesos, lo que representó el 23.3% del PIB del país (INEGI, 2018) .

¿Cómo construir políticas públicas que construyan relaciones laborales justas, que terminen con la discriminación y que desmitifiquen aquellas prácticas que desde el feudalismo y posteriormente en el capitalismo y hoy neo-liberalismo se han acuñado?

Se habla de relaciones nuevas, pero ¿qué buscamos cuando queremos lo nuevo?, dice Ivone Gebara: “¿acaso lo viejo tiene moho?… ¿a qué aspiramos?, ¿qué desencantos se apoderan de nosotros al punto de suspirar continuamente por lo nuevo?” (op. cit., p. 69), ¿qué mitos y desencantos puede también generar la 4T?

También lo nuevo puede llevarnos a reproducir patrones de conducta que realizamos de manera inconsciente, por lo que es importante prevenir no caer en relaciones como si fuera una guerra de castas, una guerra ideológica o una lucha de clases.

Las implicaciones sociales de estos nuevos cambios, deben llevar a relaciones más justas y fraternas con nuevas leyes, nuevos derechos sí, pero también nuevas instituciones, una nueva cultura y nuevos símbolos que terminen con la discriminación de los 2.2 millones de personas empleadas del hogar (INEGI, 2018). A continuación, formulo unas preguntas y comento algunas líneas de trabajo para esta construcción de políticas públicas en la 4T y un cambio en el imaginario simbólico:

  1. ¿Cuáles son los nuevos símbolos que necesitamos y cuáles hay que conservar?
  2. ¿Qué imagen de hogares queremos construir, a partir de la capacidad de servicio y fraternidad de quienes en estos participan?
  3. Agradecer lo vivido con sus luces y sus sombras, y prepararnos a nuevas relaciones que tengan que ver con una vida más digna para todas las personas involucradas.
  4. Por ello es preciso trascender a la vida cotidiana y que la ciudadanía cambie la forma de tratar a los pequeños, a los excluidos, a las mujeres, a la tierra y a las personas empleadas del hogar.
  5. Compartir la vida, el trabajo y los proyectos de Vida con una visión y una cultura colaborativa.
  6. Reconocer que los hogares son Unidades Económicas de Producción, donde participan todos sus miembros, y además, cuando se emplea a una persona, se debe convertir en una relación de economía justa y solidaria.
  7. Visibilizar el trabajo doméstico y el valor que genera a la sociedad desde la participación no remunerada o mal remunerada de quienes participan en este.
  8. Las familias, todas, deben platicar sobre cómo quieren construir su hogar, con qué valores, y cómo participan todos sus integrantes en el trabajo del hogar. Las personas trabajadoras del hogar participan en lo sagrado de la vida, de reproducirla y también deben preguntarse cómo quieren vivir la propia.
  9. La trabajadora y el trabajador de los hogares, es un compañero de trabajo, es importante resolver la dualidad entre la confianza y la desconfianza en estas relaciones.
  10. Tener acceso a los derechos humanos universales: educación, salud, trabajo digno…

Todo esto la Conasami habrá de asumir, no sola, sino con esta visión integral para impulsar en las diferentes instancias los cambios pertinentes.

Los aportes que se hacen desde la Contraloría Ciudadana, son qué relaciones queremos construir y cómo desde políticas públicas específicas, pueden establecerse procesos educativos en la población que tengan la perspectiva de los derechos humanos:

– Educación permanente y Poblaciones Educativas.

– Qué es el hogar.

– Lo privado también es asunto público (hacia una conciencia integral y no maniquea).

– Igualdad de género.

– Respetar los cuerpos.

– Inclusión a las personas trabajadoras del hogar desde la diversidad sexual, v.gr. las personas transgénero.

– Escuelas en casa, con las propuestas ciudadanas de homeschooling y unschooling.

– entre otras…

Estas son, algunas líneas a discutir para estas nuevas relaciones que se construyen con la participación activa de todas las personas involucradas. Espero sean aportes para esta nueva construcción que parte de una historia que también amamos y asumimos, y desde ahí la transformamos.

Referencias:

– Assman, Hugo. La Iglesia electrónica y su impacto en América Latina, DEI, San José, 1987.

– Castellanos, Rosario. Mujer que sabe Latín. FCE, México, 1984.

– Freire, Paulo. Política y Educación. Questões de Nossa Época, Brasil, 1997.

– Gebara, Ivone. Levántate y Anda. Algunos aspectos del Caminar de la Mujer en América Latina. Dabar, México, 1994.

– INEGI. Cuenta Satélite del trabajo no remunerado de los hogares de México, 2018, http://www.beta.inegi.org.mx/app/saladeprensa/noticia.html?id=4666.

-Linhart, Robert. De Cadenas y de Hombres.

-Ojeda, Rosa Icela. Benita Galeana: mujer indómita. Quadrivium Editores, México,1998.


El texto original de este artículo fue publicado por sicmx.org

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