Fuera se te echa de menos: Percepción de seguridad
Enrique Kato Vidal (enriquekato@uaq.mx)
Quédate en casa, fue una consigna mundial en 2020. Ese confinamiento se alargó tanto que el tiempo alcanzó para desarrollar no una, sino varias vacunas contra el covid-19 y con cada nuevo día del 2021 aumenta el número de personas inoculadas. A pesar de las restricciones que aún existen, ahora vemos a muchas personas saliendo a la calle, forjando la reactivación social. Para la pandemia sanitaria, las vacunas son parte de la solución. Falta tiempo para que se desvanezcan los contratiempos del covid-19, pero ese proceso ya arrancó. Entonces, pronto volverán otros problemas que habíamos perdido de vista, para los cuales ojalá tuviéramos soluciones expeditas a las que recurrir. Uno de esos problemas nacionales es la violencia y la escasa seguridad pública.
La imposición del distanciamiento social y el confinamiento provocó múltiples dificultades personales y económicas. Inesperadamente, una arista positiva fue que la estrategia Quédate en casa mantuvo a la población en sus hogares, el lugar considerado más seguro, y se evitaron los espacios públicos, considerados mayormente como inseguros, entre ellos: las calles, los parques y el transporte público (Fuente: Encuesta de Seguridad Pública Urbana, Inegi).
El factor promotor de la seguridad nacional no es, ni será, el confinamiento. Sin embargo, el distanciamiento social sí tuvo un efecto positivo en la percepción de seguridad. Después de meses recluidos en su hogar, los mexicanos reportaron sentirse más seguros. En diciembre de 2020, cerca de 32% de la población adulta respondió sentirse segura en la ciudad en la que vivían. Ese porcentaje es mayor al 26% que respondieron en 2016 o 2019. Ese aumento es muy importante. Considere una localidad con un millón de habitantes. En la época prepandémica, esa localidad tendría 260 mil personas afirmando sentirse seguras en su ciudad (= un millón x 26%/100). Luego de meses de confinamiento el número que percibía seguridad en su ciudad aumentó a 320 mil personas hacia el fin de 2020. Se trata de un incremento destacable y atribuible a la pausa que tuvo la vida social.
En México, hace más de una década (cerca de 2008) se vivió una explosión de violencia y aún hoy se registran elevadas tasas de homicidios y de otros crímenes. En la medida en que el confinamiento de 2020-2021 haya dado respiro a la población sería un bálsamo frente a la oleada de violencia que ha sido persistente y que ha modificado la vida social a lo largo del país. Para dar más perspectiva, conviene decir que América Latina es un subcontinente muy violento y que el estallido de inseguridad de México provocó que se triplicara el número de homicidios, situando al país en el ranking de naciones más inseguras de Latinoamérica y del mundo. Llevó tres o cuatros años llegar a esa posición indeseada. Pocos se extrañarían si para retomar una situación civilizada se requirieran cinco años o más.
El pasado se expande y el futuro se achica / Las posibilidades disminuyen y los arrepentimientos crecen: H. Murakami
Aquí expondré datos de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública (Ensu), el organismo de recolectar la información y presentar esa encuesta es el Instituto de Estadística (Inegi) de México. No es el único instrumento que tiene datos relacionados con delitos (www.inegi.org.mx/datos/?t=0230). El Inegi también publica la encuesta de victimización (Envipe) y la encuesta de prevalencia delictiva en empresas (Enve). La particularidad de la encuesta Ensu es que busca medir la sensación de seguridad y de temor al delito. Hacia el final de este texto, yo quisiera explorar con usted, lector, lo que reporta la población urbana de diferentes lugares del país.
Me enfocaré en una sola pregunta de la encuesta de seguridad urbana. Esa pregunta se puede responder con una de cuatro opciones: 1 mejorará? 2 seguirá igual de bien? 3 seguirá igual de mal? 4 empeorará? La redacción de la pregunta es: Pensando en las condiciones de delincuencia en su ciudad, ¿considera que en los próximos 12 meses? Como ejemplo, en diciembre de 2020, 20% de los encuestados respondieron que las condiciones de delincuencia mejorarán, 12% que seguirán igual de bien, 33% que seguirán igual de mal y 33% que empeorarán. Aunque ha habido mejoría, aún hay una opinión negativa. En los siguientes párrafos busco responder ¿Qué tan diferente es el panorama actual, respecto al pasado reciente? También indago si, acaso, esas cifras tienen alguna capacidad predictiva.
Comparado con 2016, el panorama de seguridad pública en 2020 es relativamente menos negativo. En 2016, destacaba que millones de adultos respondieron que las condiciones empeorarían. Al paso de los años, en las encuestas de 2019 y 2020, las respuestas recibidas fueron más favorables, indicando que mejorarían las condiciones de seguridad. Probablemente, el inicio del sexenio presidencial de 2018 influyó en el cambio hacia una percepción menos pesimista, o más optimista, hacia la seguridad pública. Independientemente de la influencia que pudo tener la política electoral, conviene revisar otra encuesta que usa un procedimiento similar.
Si el mundo está del revés habrá que buscar cordura: Leiva
Resulta de interés la experiencia de la empresa mundial de reclutamiento de personal Manpower, la cual realiza periódicamente una encuesta para anticipar el Panorama laboral (www.manpowergroup.com/meos). Esa encuesta, en su metodología, comparte similitudes con la pregunta expuesta ¿Considera que, en los próximos 12 meses, las condiciones de seguridad _? Para los directivos de Manpower, ese tipo de respuesta tiene una capacidad predictiva real, al menos en su encuesta laboral. Ellos por 55 años han consultado en decenas de países a muchos miles de empleadores sobre los aumentos o disminuciones de trabajadores que esperan realizar en los meses siguientes.
Después calculan fácilmente una tendencia. Ellos deciden que habrá aumento de empleo si hallan que el porcentaje de empleadores que hará contrataciones es mayor que el porcentaje que hará despidos. Ese procedimiento también se podría usar para anticipar los cambios de seguridad pública. Como ejemplo, revisemos el caso del Municipio de Querétaro en 2016. Esa encuesta reflejaba la percepción de 650 mil adultos residentes, de los cuales 116 mil (o 18%) respondieron que mejorarían las condiciones de seguridad y 273 mil (o 42%) afirmaban que empeoraría la seguridad. El resto de los entrevistados opinó que no sabía o que las cosas seguirían igual. Para calcular la tendencia se resta al porcentaje mejorará el porcentaje empeorará (18% – 42% = -24), obteniéndose una tendencia negativa o expectativa muy grave de deterioro de la seguridad pública. Hoy sabemos que los homicidios se duplicaron entre 2016 y 2019 en el Municipio de Querétaro. Ciertamente, se necesita mucho análisis para validar si esta evidencia es predictiva y confiable. Mientras tanto, asumamos que es un indicador a tomar en cuenta.
Para ir cerrando, podemos ahora revisar los casos de Aguascalientes y Yucatán, ambos reconocidos por ser lugares tranquilos dentro de la vorágine mexicana. En la encuesta de seguridad urbana, Yucatán está clasificado entre los estados en los que se percibe más seguridad. En 2016, la expectativa era hacia un deterioro, pero ese sesgo ya no se registra ni en 2019 ni en 2020. Consistentemente, en su estadística, se ha mantenido un bajo número de homicidios. En cambio, la ciudad de Aguascalientes, aunque es considerada pacífica, tiene una tendencia de seguridad negativa, al menos, del 2016 a 2020. Esa tendencia revela más población que afirma que la seguridad empeorará, en comparación a quienes esperan que mejorará. Nuevamente, en Aguascalientes, al igual que en Querétaro, se duplicaron los registros de homicidios entre 2016 y 2019.
Quizá, querido lector, usted se esté preguntando porque uso únicamente la cifra de homicidios, siendo que el mundo delictivo se constituye por una gama amplia de actividades. Es cierto, se requiere de una aproximación más extensa para describir el malestar que provocan los delincuentes. Yo simplemente aporto como una evidencia la evolución de los homicidios, muy socorrida por los analistas económicos, y dejo para otro tipo de documento una evaluación más integral.
Finalmente, en caso que haya encontrado de algún interés lo aquí planteado, convendría no desatender las tendencias negativas en seguridad del Bajío y el centro de México. En lugares como Morelos, Puebla, Guanajuato, Querétaro y San Luis Potosí, al menos desde 2016, la población mayoritariamente está percibiendo un deterioro de la seguridad. Hemos vivido una fuerte reconfiguración del mapa mexicano de la violencia desde la frontera norte hacia el centro y sur del país. La pandemia del covid-19 modificó nuestra atención hacia la emergencia sanitaria. El desconfinamiento esperado en 2021 requerirá poner al centro de la agenda cuál será la estrategia para revertir la violencia.
SIC mx