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LA FOSA DE CARRILLO PUERTO

Por Agustín Escobar Ledesma.

Hace un siglo la pandemia de la influenza o gripe española (virus H1N1) diezmó a la población mundial, colapsando los sistemas de salud de todos los países.

Sólo para darnos una idea de la magnitud de lo ocurrido en aquella época, además de los muertos durante la Primera Guerra Mundial, fallecieron alrededor de 60 millones de personas por el mortal virus y, en nuestros días, desde que inició la covid-19 (SARS-CoV-2) en China y hasta el 3 de junio, van alrededor de 380 mil muertos.

En las tierras de Conín la influenza española se presentó en marzo de 1919 y la cantidad de muertos fue de tal magnitud, que en diversos lugares fueron abiertas fosas para enterrar a quienes perecían a consecuencia de un virus del que nadie tenía conocimiento y menos curación, por más que la gente se untara ajo, vinagre, otras yerbas o se encomendara a la Guadalupana o al santo de su devoción.

De acuerdo a algunos relatos de la tradición oral, que todavía conservan las personas mayores de ochenta años, la enfermedad fue popularmente identificada como “el malecito”, aunque, por supuesto, nada tuvo de diminutivo esta pandemia que incrementó el dolor y el llanto de la gente, ante la irreparable pérdida de quienes se contagiaban con un virus mortífero que, a las cuatro o cinco horas, postraba agonizantes a quienes se infectaban.

En nuestros días, algunas personas del pueblo de Carrillo Puerto, población que a inicios del siglo XX era, preponderantemente, ñhöñhö, todavía recuerdan los relatos que señalan que una de las fosas para enterrar la pila de cadáveres que se llevó la pandemia, fue abierta en donde ahora se encuentra la Secundaria Técnica 6, en el barrio de Los Juárez.

Sin ninguna ceremonia luctuosa, ante la tragedia se perdió el manejo digno de los cadáveres y, por el temor al contagio, los inertes y fríos cuerpos eran arrojados al fondo de la fosa, echándoles encima una cubierta de cal, después otro tendido de difuntos, más cal y al final eran sepultados con tierra. Y no se sabe si cada uno de quienes fueron arrojados en aquella fosa fueron identificados y registrados por las autoridades sanitarias.

Algunos testimonios mencionan que, incluso, fueron enterradas personas que estaban agonizantes, ante los gritos desgarradores de sus familiares que miraban la dantesca escena sin creer el momento que estaban viviendo.

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