El proletariado del campo y las comunidades rurales. La ignorada simiente del cambio profundo.
Por: Andrés Peñaloza Méndez
«La nación mexicana es demasiado rica. Su riqueza, aunque virgen, es decir, todavía no explotada, consiste en la Agricultura y la Minería; pero esa riqueza, ese caudal de oro inagotable, perteneciendo a más de quince millones de habitantes, se halla en manos de unos cuantos capitalistas y de ellos una gran parte no son mexicanos (…) el burgués no conforme con poseer grandes tesoros de los que a nadie participa, en su insaciable avaricia, roba el producto de su trabajo al obrero y al peón, despoja al indio de su pequeña propiedad y no satisfecho aún, lo insulta y golpea haciendo alarde del apoyo que le prestan los tribunales»
Manifiesto a la Nación, 20 de octubre de 1913, firmado por el General en Jefe del Ejército Libertador del Sur y Centro, Emiliano Zapata [1]
Despojado de lenguaje decimonónico, el General Emiliano Zapata, hablaba sin pelos en la lengua de capitalistas, burgueses, despojos de tierras y robo del producto del trabajo obrero, al analizar el México de inicios del siglo XX, cuando el 71% de su población vivía en el campo. En la actualidad una quinta parte de la población mexicana habita en comunidades rurales con menos de 2,500 habitantes.
A mediados del siglo XIX (1850-1860), el 80% de los aproximadamente ocho millones de habitantes, vivían en el campo.[2] Durante casi un siglo, la población rural se mantuvo relativamente estable.
El cambio radical, se opera en el periodo 1940 a 1980, al invertirse la relación de la población habitante en zonas rurales y urbanas (ver gráfica 1).[3]
Detrás de esa inversión demográfica, desplazamientos internos de zonas rurales a urbanas, encontramos despojos, miseria y muerte. Abundante retórica oficial y simulación en los repartos de tierras y justicia agraria, haciendo de los campesinos los hijos predilectos del régimen burgués.
Los repartos de tierras, particularmente durante el cardenismo, restituyeron la posesión de parcelas, bosques y selvas a las comunidades rurales. Se alentó la producción agropecuaria, dinamizándose su comercialización interna y externa, sirviendo de base para la industrialización del país.
Paulatinamente, sin embargo, el reparto agrario se sesgaba a favor de finqueros, hacendados, terratenientes amalgamados con capitales agroindustriales y mineros, colmando al país de luchas campesinas.
Los trabajadores hemos avanzado poco, y hasta es indispensable que unidos no sólo pidamos menos horas de trabajo como jornada diaria, hoy con toda la experiencia que hemos recogido, debemos pedir que cuanto antes sean nacionalizadas todas las industrias, y fuentes de riqueza nacional, y luchar políticamente, para hacer que el poder público y económico, llegue de una vez por todas como lo dice el artículo 39 constitucional a las manos del pueblo.
Rubén Jaramillo, 1962
De raigambre zapatista, es asesinado el 23 de mayo de 1962 en el estado de Morelos, el dirigente agrario, Rubén Jaramillo Ménez y su familia: Epifania, su esposa quien se encontraba embarazada; sus hijos Enrique, Filemón y Ricardo militantes de la Juventud Comunista de México, bajo el régimen del presidente Adolfo López Mateos, quien ordenó la ejecución de la “Operación Xochicalco” ejecutada por el Ejército Mexicano y la Policía Judicial Federal. Es uno de los momentos más dolorosos, en las heroicas luchas campesinas de la época.
La historia sigue cabalgando: autonomías indígenas y resistencias populares
Con las reformas salinistas al artículo 27 constitucional y la entrada en vigor en 1994 del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, hoy T-MEC), el pillaje de tierras, aguas, bosques y selvas, se intensificaron concomitante a la mercantilización de los comunes.
El levantamiento zapatista en el sureste mexicano, hace 30 años, punto de inflexión en las resistencias campesinas y de comunidades, mismas que no cesan, a pesar de las guerras de baja intensidad (prohijando y solapando la actividad de paramilitares y crimen organizado); masivas y selectivas represiones, asesinatos y traiciones.
En este punto, el lector(a) disculpará, pero me parece pertinente recordar algunos posicionamientos, a mi juicio de utilidad para el análisis coyuntural, comprensión de nuestra existencia transmutada en destino, expuestos por el General Emiliano Zapata, en el Manifiesto a la Nación del 20 de octubre de 1913:
Antes de ocupar don Francisco I. Madero la Presidencia de la República, mejor dicho, a raíz de los Tratados de Ciudad Juárez, se creyó en una posible rehabilitación del débil ante el fuerte, se esperó la resolución de los problemas pendientes y la abolición del privilegio y del monopolio, sin tener en cuenta que aquel hombre iba a cimentar su gobierno en el mismo sistema vicioso y con los mismos elementos corrompidos con que el caudillo de Tuxtepec, durante más de seis lustros, extorsionó a la Nación.
(…)
Puede haber elecciones cuantas veces se quiera; pueden asaltar, como Huerta, otros hombres la Silla Presidencial, valiéndose de la fuerza armada o de la farsa electoral, y el pueblo mexicano puede también tener la seguridad de que no arriaremos nuestra bandera ni cejaremos un instante en la lucha, hasta que victoriosos, podamos garantizar con nuestra propia cabeza el advenimiento de una era de paz que tenga por base la Justicia y como consecuencia la libertad económica.
La ruptura y confrontación del zapatismo, a causa del incumpliendo de demandas sociales por parte del maderismo, no impidió que de las carabinas del Ejército Libertador del Sur y Centro salieran los primeros disparos contra el golpismo reaccionario.
Organizar y mejorar las condiciones del proletariado agropecuario-forestal
Debo advertir, como lo hizo en su momento sociólogo y antropólogo Rodolfo Stavenhagen, la falsa idea de “la existencia de una masa campesina no diferenciada, de un sustratum rural homogéneo e incambiable”. [4]
De acuerdo a los resultados definitivos del Censo Agropecuario 2022 del INEGI, el total de mano de obra en el sector agropecuario forestal es de 26 millones 984 mil 247 personas, los hombres representan el 84%; las mujeres, el 16% son mujeres.
La mano de obra eventual, contratada por un tiempo determinado, que pueden ser contratados(as) por uno o más patrones durante el año y que cobran una remuneración por jornada de trabajo, denominada jornal, asciende a 15 millones 863 mil 731 personas trabajadoras.
La mano de obra permanente es de 11 millones 120 mil 516; el 34% es el mismo productor laborando en su unidad productiva, conformada por uno o más terrenos ubicados en el mismo municipio y en donde se realizan actividades agropecuarias o forestales. Es auxiliado por familiares sin sueldo o salario, 54%. El restante 16% lo conforman familiares con remuneración y trabajadores asalariados (ver cuadro 1).
Rasgo inveterado de nuestras sociedades rurales, es la pertenencia, evocando al peruano Anibal Quijano, a “las capas económicas y socialmente dominadas, cualquiera sea su rol específico: jornaleros, colonos, minifundistas, pequeños comerciantes, artesanos, estudiantes, etc.” [5]
Al final del texto, expongo algunas demandas y líneas de acción para revertir esta situación.
Cuadro 1 Mano de obra sector agropecuario forestal 2022 | |
Mano de obra permanente | 11,120,516 |
Productores(as) que trabajan en su UP | 3,333,708 |
Familiares sin sueldo o salario | 5,987,903 |
Familiares con sueldo o salario | 461,283 |
Trabajadores con seis meses o más | 486,244 |
Trabajadores con menos de seis meses | 851,378 |
Mano de obra eventual | 15,863,731 |
Gran Total | 26,984,247 |
Algunas propuestas para recuperar nuestras raíces y el porvenir.
Téngase, pues, presente, que no buscamos el derrocamiento del actual gobierno para asaltar los puestos públicos y saquear los tesoros nacionales, como ha venido sucediendo con los impostores que logran encumbrar a las primeras magistraturas; sépase de una vez por todas, que no luchamos contra Huerta únicamente, sino contra todos los gobernantes y los conservadores enemigos de la hueste reformista, y sobre todo, recuérdese siempre, que no buscamos honores, que no anhelamos recompensas, que vamos sencillamente a cumplir el compromiso solemne que hemos contraído dando pan a los desheredados y una patria libre, tranquila y civilizada a las generaciones del porvenir.[6]
Cuáles son los aspectos fundamentales para dejar una “patria libre, tranquila y civilizada a las generaciones del porvenir” aspiración del zapatismo de ayer y hoy:
- Reconocimiento y respecto a las autonomías comunitarias y de pueblos.
- Creación de una estructura de salarios mínimos profesionales para las actividades agropecuarias forestal con montos superiores al fijado para las zonas urbanas.
- Inversiones para expandir satisfactoriamente la infraestructura de seguridad social, particularmente, la de salud y de cuidados.
Multiplicación de opciones educativas a todos los niveles lo que supone el fortalecimiento de la formación de normalistas rurales y garantizar los derechos laborales de docentes en las escuelas ubicadas en el campo
- Garantizar el derecho a la interconectividad en zonas rurales (que el “internet para todos” o el “todo México es territorio Telcel” dejen de ser propaganda y mercadotecnia).
- Quintuplicar los recursos destinados a la investigación e innovación agropecuaria y forestal para el desarrollo de tecnologías sustentables, fertilizantes orgánicos y bancos de semillas que anulen la comercialización de semillas transgénicas y sustancias tóxicas, como el cancerígeno glisofato, violatorias del derecho a la protección de la salud de toda persona, consagrado en el artículo 4°, cuarto párrafo, de nuestra constitución.
- Realizar las inversiones para la infraestructura de almacenamiento, distribución y comercialización de la producción agropecuaria forestal sustentable.
- Fomento del cooperativismo rural (biofábricas, ahorro y financiamiento solidario, medios de comunicación comunitarios, etcétera).
- Partidas presupuestales etiquetadas como pagos a comunidades indígenas y campesinas, custodios de la diversidad biológica y generadores de servicios ambientales.
Con estas medidas y otras se puede lograr a mediano plazo (2030) dos aspectos para el buen vivir: la soberanía y autosuficiencia alimentaria; así como, salvaguardar los comunes[7], aspecto clave para la sustentabilidad cuyos protagonistas serán los nacidos, bajo tierra, como la fecunda milpa.
SIC mx
[1] Magaña, Gildardo. Emiliano Zapata y el agrarismo en México, Tomo III, México, Secretaría de Educación Pública, 1946. Pp. 312-317.
[2] Powell, T.G. El liberalismo y el campesinado en el centro de México (1950 a 1876), México, Secretaría de Educación Pública, 1974, p. 12.
[3] Fuente: http://internet.contenidos.inegi.org.mx/contenidos/productos/prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/integracion/especiales/mexsigloxx/est1w.pdf (9 de abril de 2024).
[4] Rodolfo Stavenhagen, Las clases sociales en las sociedades agrarias, México, Siglo XXI editores, 1969, p. 79.
[5] Anibal Quijano, citado en Teoría y acción social y desarrollo en América Latina, Solari, Franco y Jutkowitz (comp); México, Siglo XXI editores, 1976, p. 384.
[6] Manifiesto a la Nación, 20 de octubre de 1913, firmado por el General en Jefe del Ejército Libertador del Sur y Centro, Emiliano Zapata.
[7] “Los comunes pueden ser sistemas naturales o sociales, palpables o intangibles, distintos entre sí, pero comunes al ser heredados colectivamente. Son nuestra herencia colectiva, les pertenecen a todas y todos”, escribió
Silke Helfrich. https://mx.boell.org/sites/default/files/carpeta_bienes_comunes.pdf
Los comunes son la riqueza que heredamos o creamos juntos y que debe llegar intacta o ampliada a las generaciones futuras. Esta riqueza incluye los dones de la naturaleza, la infraestructura urbana, las obras culturales, las tradiciones y el saber. https://www.elsaltodiario.com/guerrilla-translation/libres-dignos-vivos-el-nuevo-lenguaje-de-los-comunes