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Abolición de la propiedad.

Por: Andrés Peñaloza Méndez.

El título del presente artículo no alude a las lapidarias frases del ideólogo anarquista Mijaíl Aleksándrovich Bakunin (30 de mayo de 1814 – 1 de julio de 1876) donde se condensa la crítica radical al sistema capitalista de explotación y su llamado a la abolición de la propiedad privada: «La propiedad es un robo legalizado» o «La propiedad privada es la base de todas las injusticias». Ideas donde fundamenta su intervención en el Segundo Congreso de la I Internacional en Berna, Suiza en 1868:

Quiero que la sociedad y la propiedad colectiva o social estén organizadas desde abajo hacia arriba por medio de la libre asociación, y no desde arriba hacia abajo mediante la autoridad, sea de la clase que sea. Propugnando la abolición del estado, propugno al mismo tiempo la abolición de la propiedad personal recibida en herencia, la cual no es sino una institución del Estado, una consecuencia directa de los principios del Estado. He aquí por qué, señores, yo soy colectivista, pero no comunista.[1]

Tampoco se recupera lo formulado en el Manifiesto del Partido Comunista escrito por Federico Engels y Karl Marx en 1848, donde se asienta que:

Lo que caracteriza al comunismo no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición del régimen de propiedad de la burguesía, de esta moderna institución de la propiedad privada burguesa, expresión última y la más acabada de ese régimen de producción y apropiación de lo producido que reposa sobre el antagonismo de dos clases, sobre la explotación de unos hombres por otros.

Así entendida, sí pueden los comunistas resumir su teoría en esa fórmula: abolición de la propiedad privada.

Adelantándose al griterío conservador y liberal burgués en defensa de su propiedad privada sobre los medios de producción, Karl Marx y Federico Engels, les reprochan su hipocresía al ocultar el despojo originario y permanente, inherente a los procesos de acumulación capitalista:

Os aterráis de que queramos abolir la propiedad privada, ¡cómo si ya en el seno de vuestra sociedad actual, la propiedad privada no estuviese abolida para nueve décimas partes de la población, como si no existiese precisamente a costa de no existir para esas nueve décimas partes! ¿Qué es, pues, lo que en rigor nos reprocháis?  Querer destruir un régimen de propiedad que tiene por necesaria condición el despojo de la inmensa mayoría de la sociedad.

Nos reprocháis, para decirlo de una vez, querer abolir vuestra propiedad.  Pues sí, a eso es a lo que aspiramos.[2]

Novela teatral

El título del artículo evoca más bien la novela Abolición de la propiedad, publicado en junio de 1969, del escritor José Agustín (19 de agosto de 1944 – 16 de enero de 2024). El dialogo de los dos personajes develan el profundo racismo, machismo y discriminación, arrastrado hasta el día de hoy, en diversas capas de la sociedad mexicana.

Norma: Entonces por qué repites la muchacha como si fuera esperanto. ¿No sabes qué es la muchacha? La criada, Everio. Tengo que decirle criada. O la gata. O la mucama. O la sirvienta. O la indiapatarrajada. O la pendeja ésa.

En discusión previa, Everio, le dice a Norma:

No, sólo pienso que eres una niña balín que repite las babosadas que escucha en el baño de mujeres de la Facultad de Ciencias Políticas y Anexas.

Norma: Anexas a tu abuela. Y eres tú el que saca las teorías del excusado. Todo el tiempo te la pasas orinando.[3]

A propósito de las trabajadoras del hogar, y más allá de las retóricas propagandistas sacadas del excusado, a diciembre de 2023, se reportan 61 mil 988 afiliadas al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Considerando las 2 millones 485 mil 193 personas trabajadoras dedicadas a esta actividad a nivel nacional, es indignante, la profusa exclusión del 97.52% de ellas de la seguridad social.

El desprecio para otorgar seguridad social a las trabajadoras del hogar no se circunscribe a los empleadores sino fundamentalmente a las instituciones públicas. Exhibe el racismo y la discriminación entronizada en el sistema político y económico vigente cuyas repercusiones se ceban en los sectores donde predominan mujeres empobrecidas, marginadas y de escasa instrucción (en promedio ocho años de escolaridad y 5.4% sin estudios); originarias de comunidades indígenas y afrodescendientes; violentadas en diversas formas, incluyendo la sexual.

En el universo de las personas trabajadoras del hogar el 90.2 % son mujeres y tienen en promedio ingresos 15% inferiores a los hombres.

En la ciudad de México, el activismo gremial, destacadamente desde hace casi nueve años por quienes forman el Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar (SINACTRAHO) y grupos de la sociedad civil, han abonado a mejorar, aun modestamente, las condiciones de las personas trabajadoras del hogar.

Al cierre del tercer trimestre de 2023, de las 204 mil personas trabajadoras del hogar laborando en la capital, el 33.4% expresaron recibir aguinaldo; el 17.4% vacaciones con goce de sueldo e ingresos superiores en 15% al registrado en promedio a nivel nacional.[4]

Pero volviendo a la novela teatral de José Agustín, la joven universitaria constantemente encara al clasemediero Everio, quien considera al estilo de los Beatles que, para solucionar problemas sociales, “todo lo que necesitas es amor”.  Paradójicamente, al final de la obra, se aprecia una Norma aterrada, al develársele el fatídico giro que va tomando el acercamiento amoroso de los protagonistas.

La tragicomedia mexicana

En tiempos electorales, cuando el pragmatismo se estira al máximo y la narrativa histórica desde el poder se torna historieta, es recomendable revisitar la Tragicomedia mexicana de José Agustín, monumental trilogía sobre la vida cultural, económica, política y social, del país entre 1940 a 1994.

El repaso por los grandes acontecimientos de México y sus correspondientes narrativas oficiales, desnudadas con acidez, proveen elementos para entender algunos de las reglas escritas, pero sobre todo las no escritas, del sistema político mexicano.

Ayuda entre otras cosas, para entender que los milagros económicos no son tan milagrosos para superar el atraso social o creer que Adolfo López Mateos, represor de movimientos obreros y campesinos, fue un “buen presidente” o que la ausencia de huelgas sea reflejo de un trabajo brillante de la autoridad laboral, o que la expedición del acta de defunción (aunque sea apócrifa) ponga fin al neoliberalismo.

Y a propósito de estos tiempos electorales, me vienen a la mente las palabras de José Agustín en De perfil (1966) acerca de “los equilibristas de las circunstancias, los capaces de amoldarse al momento y a su movimiento”[5]. ¿Será que los equilibristas de la vieja y novísima elite política y económica terminen, a la postre, desequilibrando proyectos ya no digamos proletarios y de liberación sino progresistas de corte socialdemócrata?

La interrogante es si tendremos un trágico final como en la novela Abolición de la propiedad.

 La consolidación de un primoroso partido hegemónico, de carro completo, sustituto del fracasado modelo bipartidista de derechas, ensayado con ahínco por la burguesía en tiempos del TLCAN/TMEC[6], formaría parte de la tragicomedia mexicana. Ocurrirá, en tanto el proletariado siga sin cabeza y los miles de colectivos en resistencia logren ensanchar y consolidar sus autonomías.

SIC mx


[1] https://elobrero.es/arco-iris/8148-bakunin-y-la-internacional.html (22/01/2024)

[2] https://www.flacsoandes.edu.ec/sites/default/files/agora/files/1309289843.lflacso_1848_03_marx.pdf

[3] José Agustín, Abolición de la propiedad, Joaquín Mortiz, México, 1969.

[4] https://www.trabajo.cdmx.gob.mx/comunicacion/nota/refrenda-secretaria-de-trabajo-local-apoyo-la-poblacion-trabajadora-del-hogar-en-la-ciudad-de-mexico (20/01/2024)

[5] José Agustín. De perfil, Joaquín Mortiz, México, 1966

[6] Tratado de Libre Comercio de América del Norte/Tratado México, Estados Unidos y Canadá.

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