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La masa trabajadora, explotada y sin liderazgo proletario.

Por: Andrés Peñaloza Méndez.

Población ocupada

La población que participó en la creación de mercancías o en la prestación de un servicio ascendió, a 59 millones 327.1 miles de personas. Del total de esa población ocupada (PO), datos de junio de 2024, 35 millones fueron hombres y, mujeres 24.3 millones. En comparación anual: 805 mil personas adicionales.

La mayoría de la población ocupada se concentra en el sector terciario (comercio y servicios), 37.7 millones (63.6 %); le sigue el secundario o industrial con 15 millones (25.2 %) y con 6.2 millones de personas (10.5 % del total) en el sector primario.

El segmento patronal, las y los propietarios de los medios de producción con personal asalariado a su cargo, se constituye de 3.2 millones (3.4 %).

Siguiendo la definición leninista de clase social de grupos humanos diferenciados por el rol desempeñado dentro del

  1. sistema de producción social;
  2. en las relaciones con los medios de producción;
  3. en la organización social del trabajo y;
  4. en la forma y monto recibido de la riqueza social[1]

La clase trabajadora mexicana, está conformada, por 56 millones 137 mil personas.

En más de dos terceras partes del total (73.1 %), esto es, 41 millones 034 mil, son personas trabajadoras subordinadas y remuneradas.

Añádase 13 millones (23.2 %) de personas que trabajaron por su cuenta y sin emplear personal pagado; así como, 2.1 millones (3.7 %) que laboran sin recibir remuneración.

Proletariado

Lenin, en su texto Una gran iniciativa[2], señalaba que únicamente «los obreros urbanos y en general los obreros fabriles, los obreros industriales, están en condiciones de dirigir a toda la masa de trabajadores y explotados en la lucha por derrocar el yugo del capital»; curiosamente, el segmento de la clase trabajadora, configurado en el México actual, por 11 millones 400 mil; componente social férreamente subsumido a la lógica del poder burgués oligárquico a través de sus aparatos jurídicos, ideológicos, políticos y sindicales.

Hay también un proletariado del sector primario (agropecuario, silvícola y forestal) de más de 3 millones (ver cuadro 1).

Sin liderazgo proletario, sometimiento al capital

Desde luego, la capacidad dirigente del proletariado industrial no «se da por sí misma, sino que se forma históricamente y solo en las condiciones materiales de la gran producción capitalista», sostenía Lenin.  En México, casi la mitad de la población total ocupada, 29 millones 503 mil, 49.7 %, habitaban en las capitales de los estados y en las zonas urbanizadas (de 100 mil a más habitantes).

El resto, se ubican en localidades rurales (con menos de 2,500 habitantes): 11 millones 997 mil, 20.2 %; en asentamientos urbanos medios (entre 15 mil y menos de 100 mil habitantes): 9 millones 125 mil, 15.4 % y; los restantes 8 millones 701 mil (14.7 %) situados en localidades de urbanización baja (de 2,500 a menos de 15 mil habitantes).

Reconocerse como la «clase más fuerte y más avanzada» no es tarea fácil dentro de una masa trabajadora donde, ante la ausencia de seguros de desempleo y la atrofia de los mercados de trabajo, más del 26.9 % trabaja por su cuenta o sin remuneraciones y; otro conjunto, aún mayor, vende su fuerza de trabajo de manera subordinada y remunerada, pero sin prestaciones laborales, 13 millones 774 mil (en 33.6 %) o sin contrato escrito, 17 millones 496 mil (42.6 %); es decir, en condiciones de extrema precariedad y a menudo de forma fluctuante.

Este componente, junto con el resto de personas trabajadoras no remuneradas ni subordinadas, son una suerte de proletariado precario o semiproletarios (las y los trabajadores, asienta Lenin, que «durante una parte del año viven como proletarios, que si quieren comer tienen que recurrir, en cierta medida, al trabajo asalariado en empresas capitalistas» pero que son revestidos con etiquetas de colaboradores, vendedores, profesionistas, emprendedores e incluso, empresarios de sí mismos.

Organización y conciencia de clase

La inmensa mayoría del pueblo trabajador está sometido y explotado por el capital, sin embargo, su conciencia repta, salvo casos aislados y minoritarios, tras el fango ideológico de la burguesía y de sus subalternos pequeñoburgueses.

El análisis crítico y participativo de las relaciones sociales es necesario para discernir entre la clase explotadora y la sometida; visualizar las ramificaciones y derroteros concretos de conservación y disputas de poder; identificar los intereses representados en el contexto de la lucha de clases, transmutada de continuo en “disputas por la Nación”, entre liberales transigentes (que acostumbran cambiar de principios cuando es conveniente) y conservadores espeluznados, achicados en proporción a la repulsión popular a sus rapiñas y torpezas, aunque eventualmente redimidos en el trapecismo del orden progresista burgués.

Toda fraseología humanista burguesa sobre el bienestar, la prosperidad compartida, la libertad, la igualdad y la fraternidad universal (con impronta masónica) en general, habrá de oponerse, con trabajo diario, pero de alcance estratégico, con demandas modestas, pero de calado hondo, como la reducción inmediata de la jornada de trabajo de 48 horas a una de 40 para llegar paulatinamente al 2030, a una jornada de 32 horas y/o jornadas de trabajo de 4 días a la semana.

No hay nada que discutir, todo está dicho, a más de un siglo de esa conquista y de las espectaculares capacidades productivas alcanzadas.

Decía Lenin:

«Menos charlatanería en torno a «la democracia del trabajo», «la libertad, la igualdad y la fraternidad», «la soberanía del pueblo» y demás cosas por el estilo: el obrero y el campesino consientes de nuestros días ven en estas frases huecas la marrullería del intelectual burgués tan fácilmente como cualquier persona con experiencia de la vida dice en el acto y sin equivocarse al rostro impecablemente «cuidado» y el aspecto de una «persona distinguida»: «seguro que es un truhán»».

Sin embargo, la conciencia del proletariado mexicano, todavía no está moldeada y acerada al calor de la lucha emancipatoria, sigue sometida a la violencia, al engaño y a la docilidad hacia el capital.

En una sociedad polarizada, no basta el “por el bien de todos, primero los pobres”. Felicidad para todos. Salen de la raya de pobreza, 9 millones (ubicados ahora en la línea del fluctuante retorno) mientras los oligarcas, ganan como nunca. ¡Cómo no estar feliz, feliz, feliz!

El neoliberalismo no acabó (sólo en decreto mañanero), mucho menos se agota el capitalismo del subdesarrollo mexicano. Al contrario, es la realización extrema del capital. La izquierda moderna buenaondita pide engancharse a la integración (subordinada) al capital norteamericano y abraza con gozo el mexican moment con el nearshoring (relocalización de empresas) como otrora con las maquiladoras (industrialización sesentera) y el libre comercio (los felices años noventa).

Pero los deseos tienen caducidad. Al salir a la calle, la estructura clasista de la sociedad capitalista y el antagonismo social, aparecen a flor de piel. Algo falla en el componente subjetivo, “yo no entiendo esas cosas de las clases sociales”, diría mi ideólogo sentimental José Alfredo Jiménez.

Las masas experimentan a diario la explotación y la violencia del capital, pero las han normalizado. Cuando se emprenden luchas, asoman luces para ubicarse en su relación con los medios de producción; en la forma y monto recibido en el reparto de la riqueza. Empieza a develársele su condición de clase trabajadora pero su capacidad organizativa, de combate y horizonte se empequeñece y deja a otros, su suerte.

En medio de promesas y engaños, la desconexión con las luchas de clases, impide a las masas explotadas reconocerse como clase proletaria. La sociedad burguesa se alza triunfante sin haber abolido los antagonismos de clase. A veces, suaviza y extiende su velo ideológico de humanismo y fraternidad universal. La realidad, es como se establece en el Manifiesto del Partido Comunista (1848), que la modernidad capitalista permite «crear nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas modalidades de lucha, que han venido a sustituir a las antiguas».

En el contexto del capitalismo actual, entender y actuar con inteligencia y decisión, más allá del minimizado horizonte pequeñoburgués, exige orientarse políticamente y vivir nuestra historia con un sentido proletario y en el confín de la abolición de clases.

SIC mx


[1] Lenin: «por el lugar que ocupan en un sistema de producción social históricamente determinado, por las relaciones en que se encuentran con respecto a los medios de producción (…), por el papel que desempeñan en la organización social del trabajo y, consiguientemente, por el modo y la proporción en que perciben la parte de riqueza social de que disponen».

[2] Una gran iniciativa de Vladimir Ilich Lenin, se publicó en julio de 1919. T. 39 Obras Completas, págs. l3-l8,2l-26

https://laforja.cat/wp-content/uploads/2020/10/una-gran-iniciativa-vladimir-ilich-lenin.pdf

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