El ocio
Por: Andrés Peñaloza Méndez.
En el documental Silvio Rodríguez, Ojalá, el cantautor cubano recuerda que cuando se desmovilizó del ejército vivió un periodo de tiempo
(…) como en tierra de nadie. No tenía trabajo. En mi casa me apuraban un poco para que trabajara, más que nada, bueno porque hacía falta; hacía falta, pero también por esas cosas de los pueblos de campo de que no hubiera vago en casa. El que compone necesita ocio, necesita tiempo para madurar ideas y para pensar en cosas que otras personas no piensan.
1 En 1982 el Fondo de Cultura Económica publicó el libro intitulado El ocio del sociólogo francés, Roger Sue. El texto editado dos años antes, expone que el ocio se ha constituido en un fenómeno social. Contrario a la creencia común de que el ocio depende de la libre elección de la persona, lo cierto es que las múltiples determinaciones materiales y sociales condicionan la libertad para ejercitar el ocio. La connotación negativa del ocio, propia de la ética puritana protestante adoptada por la naciente burguesía, hambrienta de acumular riqueza, cuya visión se centra en la explotación de la fuerza de trabajo; por ende, en subsumir el trabajo bajo las garras del capital. Las luchas obreras, desbordaron los márgenes estrechos del tiempo libre, confinado a la recuperación y reproducción de la fuerza de trabajo. Las conquistas sindicales para reducir las extenuantes jornadas laborales, de 16 y 12 horas, instituidas en los primeros siglos del modo de producción capitalista, a jornadas de 48 horas han supuesto heroicas luchas obreras desde el segundo tramo del siglo XIX y parte del XX. A vuelta de siglo la tendencia es la disminución de las jornadas laborales a 35 horas o menos. Disponer de mayor tiempo de ocio, activa y multiplica actividades individuales, familiares, comunitarias y sociales, concomitante al desarrollo de consumos e infraestructuras para llevarlas a cabo. Como todo lo que toca el capital, lo torna oro, como rey Midas, el ocio también es subsumido por el capital. Sin embargo, el interés en el presente artículo es destacar aspectos positivos y eventualmente liberadores en el tratamiento del ocio, como antídoto a la explotación. Evocar, suprimiendo el matiz elitista, la palabra griega scholé, cuyo significado engloba ocio e instrucción, ayuda a asociar las distracciones al desarrollo humano.
Atisbando una sociedad comunista Marx concibe las actividades humanas, pletóricas de esparcimiento, asentadas en una sociedad sin explotadores e inmersos en una sociabilidad de personas libres que funden ocio y trabajo de acuerdo a sus necesidades, capacidades y deseos. Dos acontecimientos, las masivas protestas sindicales francesas en defensa de su sistema de pensiones y la iniciativa para reducir de 48 a 40 horas semanales la jornada laboral en México (lamentablemente confinada a la hielera legislativa por presión patronal), motivan formular algunas consideraciones sobre el ocio. Entiendo por ocio, el tiempo libre disponible, independiente de las actividades o ausencia de estas. El ocio, que no ociosidad, supone el trabajo pues lo posibilita. Las distracciones, elegidas libremente, según gustos y aspiraciones de cada persona deben provocar sentimientos de libertad y no de sufrimiento o repulsión. Algo distante en la vida cotidiana del proletariado cuyas extenuantes jornadas laborales no son compensadas durante el tiempo libre, al igual que sus capacidades, con las tediosas y fatigantes horas de traslado del hogar al trabajo y viceversa; las labores complementarias y obligaciones impuestas por la precariedad de sus condiciones de vida. Las luchas obreras y sindicales deben continuar para favorecer el ocio. El 24 de marzo de 1841 fecha en que se implantó una ley en Francia que limitaba a doce horas diarias el trabajo de los niños entre 12 a 16 años; y a ocho, el de los niños menores de 12 años; así como, el 22 de marzo de 1884 con la ley Waldeck-Rousseau, se conquista la libertad de formar sindicatos, y el 30 de marzo de 1900 se restringe el trabajo a diez horas diarias. En México, hasta la Constitución de 1917, producto de la revolución social que, en rigor, se empieza a legislar al respecto. Para los franceses el año de 1936 marca el surgimiento de una política pública del ocio. Las diversiones para todos se constituyen en eje de los acuerdos Matignon entre gobierno y agrupaciones sindicales. Entre los aspectos convenidos estaba la reducción del tiempo de trabajo a 40 horas semanales (y desde el año 2000 se fijan en 35 horas); vacaciones pagadas de doce días laborables (en la actualidad son 30 días), tarifas especiales en viajes por ferrocarril, entre otras. Las masivas protestas sindicales el pasado 1º. de mayo con la participación de 2 millones 300 mil personas en diversas ciudades francesas, para oponerse a la reforma que añade dos años más a la edad de jubilación (pasa de 62 a 64 años). Los sindicalistas franceses han cuestionado la “lógica de individualización que socava la solidaridad y la justicia social». La longeva Confederación General del Trabajo, fundada el 23 de septiembre de 1895, una de las tantas agrupaciones sindicales movilizadas, ha denunciado que con esta reforma se vuelve
“a lo que sabían nuestros mayores, es decir, que después del trabajo viene el cementerio”. Toda vez que “una cuarta parte de los hombres más pobres mueren antes de los 62 años”. 2 En nuestro país, en 1997 se modificó la Ley del Seguro Social que estableció contar con 65 años de edad al momento de solicitar la jubilación o pensión. ¿Sabe usted cuántas personas empobrecidas mueren antes de los 65 años en México? ¿Se ha preguntado cuántos trabajadores y trabajadoras carecen de una jubilación? ¿Durante su vida laboral habrán tenido oportunidad para disponer de tiempo libre para un desarrollo humano digno?
1 https://www.youtube.com/watch?v=pmqJFXfXK_0
2 https://sindicalismo.org/2023/01/14/19-de-enero-francia-se-prepara-para-una-huelga-contra-la-reformade-las-pensiones/
SIC mx