Los planes de la “A”(ranceles) a la “K”(aliman), terminan con las mismas letras: EE.UU.

Por: Andrés Peñaloza Méndez.
El problema de los planes oficiales A, B, C y D para enfrentar las amenazas y acciones de Donald Trump es que terminan con las mismas letras: Estados Unidos (EE.UU.)
Allá arriba, siguen abrazados en la bandera equivocada, la de la barra y las estrellas no la del águila que levanta vuelo (aunque se diga lo contrario, en este país donde todo puede ser verdad y mentira de acuerdo a la narrativa conveniente).
Aferrarse a rescatar al T-MEC[1], al cual hay que temerle, es un equívoco histórico. Peligroso, pues como bien decía el economista Manfred Max-Neef, muchos políticos, no saben ni entienden la verdad oculta de lo que hay detrás de los tratados de libre comercio (TLC`s). Esa verdad oculta, son los detalles donde los demonios se ocultan.
Las consecuencias de los TLC`s han sido devastadoras para el medio ambiente y los territorios; para el campo dominado por agroindustrias trasnacionales; para socavar las posibilidades para la soberanía y autosuficiencia alimentaria; para la pérdida de la rectoría estatal plena asociada a la apertura de capitales privados nacionales y extranjeros del sector energético, financiero, de telecomunicaciones, entre otras áreas otrora estratégicos; de la precarización del trabajo y castigo salarial; en la violencia y criminalidad estructural cartelizada; en el empobrecimiento de la vida democrática y en una generalizada mercantilización en prácticamente todas las esferas de la vida presente y futura.
Devastaciones ignoradas y ocultas deliberadamente por las élites destacando solamente los “éxitos” ilustrados por el crecimiento exponencial del comercio exterior, las inversiones extranjeras, y otros indicadores epidérmicos, de la actividad comercial y económica.
Tropicalizando el Destino Manifiesto
El domingo 9 de marzo, en plaza llena, la presidenta Sheinbaum repitió, tropicalizando la narrativa imperial del Destino Manifiesto[2], idea desprendida de la frase “América para los americanos”, de la Doctrina Monroe, de 1823, elaborada por el entonces secretario de Estado y futuro presidente John Quincy Adams, y asumida por el quinto presidente estadounidense James Monroe.
Nuestra propuesta, incluso, ha sido que no solamente integremos América del Norte, sino que también en lo sucesivo la integración económica y comercial de todo el continente, convirtiéndonos en la región más poderosa del mundo sin exclusiones, con prosperidad y con respeto a la libertad, la independencia y la soberanía de todos los pueblos y naciones.
Esta propuesta, no es para nada original ni propia. Conocida como la Iniciativa para las Américas (The Enterprise for the Américas Iniciative) fue formulada por el presidente George Bush el 27 de junio de 1990, proyectando la creación de un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que iría “desde el puerto de Anchorage hasta la Tierra del Fuego”. Ahora Donald Trump, tendrá en mente extenderla desde Groenlandia hasta las Malvinas.
La Doctrina Monroe y el Destino manifiesto, ideas seminales y soporte del expansionismo estadounidense; primero de costa a costa y, luego, allende sus fronteras (incluida la pérdida de más de la mitad del territorio mexicano), se suceden en el tiempo generando constelaciones narrativas, algunas con entonaciones tropicalizadas, contagiadas de la matriz imperial.
El actual proceso integracionista bajo la batuta estadounidense, arrancó con la adhesión de México a la Zona de Libre Comercio entre EE.UU. y Canadá (existente desde el 1 de enero de 1989), transformando ese tratado bilateral en uno trilateral. Así, el 1 de enero de 1994, entra en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Sin importar la rebelión zapatista en el sureste mexicano el mismo día que entraríamos al “primer mundo”; en diciembre de ese año, se realiza la I Cumbre para las Américas, en Miami, vendida como la capital hemisférica, a la que asistieron 34 Jefes de Estado, excepto Cuba, quien fue excluida.
La hoja de ruta imperialista trazó concluir la integración para el 2005 en el marco de la IV Cumbre de las Américas, realizada en Mar del Plata, Argentina.
Pero el ALCA se fue al carajo. ¿Quién enterró al ALCA?, los pueblos de América enterramos al ALCA, hoy, aquí en Mar del Plata, se preguntaba y respondía el presidente Hugo Chávez, en un estadio de futbol repleto de participantes en la III Cumbre de los Pueblos, organizada por la Alianza Social Continental y múltiples organizaciones políticas, sociales, sindicales y personalidades, el viernes 4 de noviembre de 2005.
Al día siguiente, Chávez junto con Néstor Kirchner (Argentina), Lula da Silva (Brasil) y Tabaré Vázquez (Uruguay), incidieron en la inviabilidad del ALCA.
Cabe recordar el infame papel de Vicente Fox Quezada en esa IV Cumbre de las Américas, quien se comportó, bien retratado por el comandante Hugo Chávez, como un «cachorro del imperio» y «entreguista a Estados Unidos».
Desechar el proyecto histórico de la integración nuestra americanista para acogerse a la narrativa neoliberal populista y plutocrática actual: de una “integración no competitiva sino complementaria” entre las economías de México y los EE.UU., es negar la dependencia estructural y subordinación de nuestro subdesarrollado capitalismo a la órbita del imperialismo norteamericano.
Afirmar que “estamos en el mejor momento para convertir a nuestra región en la más importante del mundo y competir así con otras regiones”, me parece un dislate pequeñoburgués del progresismo humanista que da la espalda al multilateralismo y a la integración emancipadora latinoamericana y caribeña.
Chovinismo trasnochado
¿Realmente es humanista quererse convertir en la “región más poderosa” del mundo? Demasiada vanidad. Hace recordar la fábula del León y el mosquito.
El León fastidiado intenta atrapar al mosquito y en sus intentos termina lastimándose con sus propias garras. El mosquito, atraviesa el arancel fest, gritando: “la integración económica y comercial de todo el continente, convirtiéndonos en la región más poderosa del mundo”; ¡a los mosquitos y mosquitas, se les respeta! Embriagado de selfies, no prestaba atención por donde iba y de pronto, queda envuelto en una telaraña made USA (a pesar de haber tejido 14 tratados de libre comercio con 52 países). Tarde se da cuenta que queda atrapado en los hilos de seda del poder. Bueno, creo que me distancie un poco de Jean de La Fontaine, usted disculpe.
Una integración “sin exclusiones, con prosperidad y con respeto a la libertad, la independencia y la soberanía de todos los pueblos y naciones”, sólo es posible con la integración y unidad de la clase obrera y de los pueblos latinoamericanos y caribeños; es otra integración. Se buscó desde nuestra primera independencia y es guía hacia una segunda emancipación, sin la hegemonía estadounidense pues como decía Simón Bolívar: «Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad».
En la actualidad, la utopía de la Patria Grande se refuerza con el internacionalismo proletario del comunismo, profundamente humana (nada humano me es ajeno), no hay chovinismos ni rancias resonancias del nacionalismo, siempre caciquil y oligárquico, conservador o revolucionario.
En tiempos de confusión ideológica resulta importante aferrarse al inquebrantable optimismo comunista, a menudo reprochado como determinismo, hacia una unidad de nuestros pueblos no como simple quimera, diría Bolívar, sino inexorable decreto del destino. Destino que ha de ser comunista opuesto a la barbarie capitalista actual.
Mientras el destino nos alcance
Cuando el Destino manifiesto, nos invada y nos convirtamos en la “la región más poderosa del mundo”, como apunta la nueva narrativa de la “integración panamericanista” de la elite política nacional (nutrida de liderazgos y bases de los partidos del viejo régimen del nacionalismo revolucionario y del conservadurismo), es probable que nos adjudiquen el rótulo de Estado Libre Asociado en Sociedad como ahora, se pretende etiquetar a Canadá como el estado 51 de la “Unión Americana”.
Pero mientras esto ocurra (y es muy probable que no suceda) debemos luchar en lo inmediato por lo siguiente:
- Fortalecer el mercado interno a través de una industrialización sustentable y acorde a nuestros intereses (no sujetos a los dictados de las empresas transnacionales y al nearshoring) para garantizar los bienes y servicios básicos que requiere la clase trabajadora y sus familias para satisfacer sus necesidades materiales, sociales, recreativas y educativas.
- Privilegiar el mercado interno para reducir el peso del comercio exterior (exportaciones e importaciones) en relación al producto interno bruto (PIB), en la actualidad del 73.2%, a un rango del 50% para terminar entre 8.5-12%, porcentaje observado desde los años sesenta y principios de los ochenta, cuando la economía creció alrededor del 6% anual.
- Invertir la riesgosa concentración del 80% de nuestro comercio exterior con los vecinos del norte, y girar hacia una ecuación equilibrada de tercios hacia el 2030: una tercera parte hacia Latinoamérica; otra, con Norteamérica; y el resto abierta a otros continentes. Y eso pasa por la inmediata activación de acuerdos comerciales y de cooperación con los países latinoamericanos, con adhesión a los BRICS+[3] y la sustitución del T-MEC, por acuerdos comerciales y de cooperación con los vecinos del norte.
- Alcanzar por primera vez en la historia del país un salario mínimo constitucional (alrededor de $850 a $1,000 pesos por día) y sueldos contractuales que reduzcan a la mitad la brecha existente con las remuneraciones pagadas en los EE.UU.
- Conseguir la soberanía y autosuficiencia alimentaria con subsidios y apoyos tecnológicos adecuados e infraestructura robusta para la producción primaria.
- Recuperar el control soberano del sistema de pagos y financiero. Y eso pasa por crear un sistema de pensiones y jubilaciones único, nacional, solidario, intergeneracional, público cuyos fondos actuariales se inviertan en industrias, infraestructura y actividades productivas altamente rentables y seguras; la activación del banco del bienestar y de la banca de desarrollo a todos los servicios para ampliar la cobertura financiera pública.
- Llevar a cabo una reforma fiscal progresiva, bajo el principio de gravar más a los que más ingresos y riqueza poseen; y, orientada a premiar la inversión y las actividades productivas y sustentables; la generación de empleos decentes, la redistribución de la riqueza a favor de quienes menos tienen; subsidio al salario (hasta 3 salarios mínimos), entre otras medidas.
- Revisar la deuda pública para cancelar aquellas deudas espurias como el pago al programa del rescate de la banca privada (originada por el Fobraproa[4]).
- Democratizar al sindicalismo y fomentar el cooperativismo productivo para abatir el precariato.
- Hoy la defensa de la soberanía popular y nacional pasa necesariamente por desmontar los nexos, de antes y de ahora, del crimen organizado con el poder económico – político, que mantiene la derecha dentro y fuera del gobierno.
[1] La entrada en vigor del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC), fue el 1 de julio de 2020 y sustituye el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), iniciado el 1 de enero de 1994.
[2] El periodista John L. O’Sullivan publicó en 1845 el artículo Anexión, en la revista Democratic Review de Nueva York: “El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino”.
[3] Los BRICS+, es una asociación político y económico de países del llamado Sur global, constituido en 2010 por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, al que se han sumado seis nuevos países como Estados miembros plenos y otros más en espera de hacerlo.
[4] Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa), creado en 1990 y activado en 1995 para rescatar a los bancos y socializar sus pérdidas a través del endeudamiento público.