A SALTO DE PÁGINA
![](https://sicmx.org/wp-content/uploads/2025/02/4bc1105a-0db8-436f-873c-31ec083855ab-780x470.jpeg)
Por: Agustín Escobar Ledesma
Agradezco las numerosas muestras de apoyo que he recibido en los pasillos universitarios, en las calles de la ciudad, y en las redes sociodigitales por la resistencia ante la censura; también estoy conmovido con quienes, tal vez por temor a perder su trabajo, prefieren permanecer en silencio y, no es para menos, quedarse sin empleo en nuestros días, como bien dice Saramago, es uno de los más grandes temores de la humanidad.
Estas muestras solidarias me permiten entender que la lucha por siete minutos semanales de mi video columna “A salto de página”, no es personal, sino que se circunscribe a un posicionamiento a favor de la libertad de prensa, la honestidad intelectual, la dignidad política e ideológica y, sobre todo, el compromiso social, que comparte un sector importante de la colectividad humana del cual únicamente soy el más humilde de sus mensajeros.
He de confesarles que enseguida de la censura, mi primera reacción fue visceral, instintiva y estuve a punto de mandar al diablo a sus instituciones, renunciando a mi plaza laboral, e irme con mi pensión bimestral de Bienestar hasta lo más recóndito del mundo.
Sin embargo, esa habría sido la salida más fácil y cómoda, lo que significaría capitular antes de emprender la batalla por la dignidad, en contra de la censura que, por paradójico que parezca, también se las ingenia para reptar en los recintos más sagrados de la transmisión del conocimiento científico, social y cultural.
Curiosamente, mi video columna se llama “A salto de página” porque en el pasado, cuando fui colaborador de diversos medios impresos locales, por lo menos fui censurado en cuatro de éstos, de cuyos nombres no puedo acordarme, pero, siempre tuve la sensación de, periodísticamente, vivir a salto de mata, huyendo de la una censura implacable. Esa circunstancia fue la que dio nombre a mi columna.
Por supuesto que no soy el único en esta situación, decenas más de universitarios con pensamiento crítico y de izquierda también están siendo perseguidos, acosados o cesados, puesto que las autoridades únicamente esperan que se venzan los contratos semestrales para no renovarlos más.
En lo que tal vez sí sea el único, es en manifestar abiertamente mi inconformidad porque, como bien decía mi querido maestro Hugo Gutiérrez Vega, uno nace con vocación de pendejo.
Por supuesto que en estos momentos también he encontrado muestras de rechazo, para mi fortuna, pocas, ensombrecidas por el odio y/o por la envidia, esa mirada oblicua de reconocimiento.
Por otra parte, he de señalar que esta universidad siempre ha tenido altibajos a lo largo de su historia. En ocasiones se transforma en la vanguardia de la sociedad queretana y en otras desciende a la derecha del inframundo, convertida en un ente arrastrado por los vanos y banales intereses personales y de grupo que encuentran la satisfacción en lo pedestre, en lo material, en los privilegios, anclada en el quinto infierno de la Divina comedia, de Dante Alighieri.
Esta es la segunda ocasión en la que me enfrento a esta institución. La primera fue en 1985, cuando un grupo de estudiantes protestamos contra la imposición y el autoritarismo en el que fuera el Instituto de Bellas Artes, los entonces aprendices de Mussolini afilaron la guillotina y no dudaron en cortar nuestras incipientes aspiraciones artísticas libertarias.
Ahora, en esta ocasión, he de confesar que desde el primer día que ingresé formalmente a Radio Universidad, en enero de 2012, encontré señales de rechazo. Una persona con quien había coincidido como consejero electoral en el IEQ y que incluso me felicitaba porque estaba de acuerdo con algunos de mis textos publicados en La Jornada Semanal, cuando me vio en este lugar, en vez de hablarme como acostumbraba, literalmente, gruñó.
No fue la única persona, en aquellos primeros meses, así como fui felicitado por la mayoría de personas universitarias que conocía, hubo otras que, de plano, me hicieron sentir como perro en patio ajeno, aunque me fortaleció el hecho de haber llegado con un proyecto de universidad con el doctor Gilberto Herrera Ruiz que, después de seis años finalizó.
Sin embargo, permanecí en las mismas condiciones otros seis, aunque siempre bajo el sambenito de ser herrerista y visto con recelo y desconfianza por más de algún porro universitario, como el que, en estos días, en rueda de prensa, acusó al exrector Herrera de desviar más de 300 millones de recursos universitarios. Sin embargo, apenas inició la actual administración, la de la rectora Silvia Amaya, enseguida fui enviado al gulag administrativo.
Mis días en la universidad están contados, en primer lugar, por la edad, porque, siguiendo a Dumas, no es lo mismo Los tres mosqueteros, que Veinte años después. Además, tal vez ustedes no lo sepan, pero en este lugar no tengo futuro porque, así trabaje cinco décadas más, no me será posible jubilarme.
Recordemos que, en 2007, durante la administración de quien también fue un rector de derecha, en complicidad con los dirigentes sindicales, eliminó de un plumazo ese sagrado derecho de la clase proletaria de los contratos colectivos de trabajo, durante la etapa más cruel de las políticas privatizadoras neoliberales aplicadas en esta universidad.
Ahora, después de haber sido para mí un lugar de libertad para investigar, redactar y publicar, la actual derecha universitaria ha convertido mi área laboral en un sitio de censura, opresión y vigilancia. Literalmente, me siento atado con un grillete a mi escritorio durante mi jornada laboral.
Quienes antes me miraban con más o menos compañerismo, fueron trasformados en cámaras de video vigilancia, que reportan cuántos minutos estoy frente a la pantalla de mi computadora, con quiénes y qué temas trato, cuánto tiempo tardo en el sanitario y cuántas veces y por cuánto tiempo estoy fuera de la oficina. La hipervigilancia contenida en la novela 1984 de George Orwell, es algo anecdótico.
Son personas que reciben órdenes y que, con tal de conservar su fuente laboral, lo que no es poca cosa, se transforman en traidores que le cortan a uno los brazos porque después, aunque los perdones, como bien dice León Tolstoi, ya no puedes abrazarlos.
Por otra parte, sé que la patronal no me correrá, no me dará de baja, porque bien me lo advirtió uno de los censores de oficio, si te corremos, sería como premiarte, porque la universidad tendría que indemnizarte. Además, aquí ya no te queremos porque pegas con la izquierda y cobras con la derecha.
En estos momentos, en los que la universidad, al igual que el gobierno del estado está en manos de los porros, no debemos perder de vista el pensamiento de Bertolt Brecht, quien señala que la crítica social, la compasión por los seres humanos y el consiguiente cambio de la sociedad deben desempeñar un papel esencial.
Para allá debemos apuntar, encauzar más que nunca la lucha de clases ante una oligarquía protofascista sin escrúpulos, que no duda en reprimir a quienes se oponen a los negocios privados al amparo del poder público.
Por supuesto que “A salto de página”, al igual que el Cid Campeador, continuará dando la batalla, gracias a aquellas personas de buena voluntad que, por fortuna, no abandonan las causas sociales y se convierten en los imprescindibles, como bien lo dijera Brecht.
Totalmente suyo, Agustín Escobar Ledesma.