La ruta sigue siendo burguesa, monopolista y de subordinación al imperialismo
Por: Andrés Peñaloza Méndez.
Burguesía mexicana
Alrededor de cuatro millones de personas conforman la burguesía dominante dominada mexicana; esto es, en torno al 3% de los 130 millones de habitantes en nuestro país.
La estimación, considera a los propietarios de los medios de producción que explotan directamente e indirectamente a los proletarios y semiproletarios productivos e improductivos de la ciudad y del campo.
La burguesía mexicana expande el universo de sus componentes en la medida en que subsume e integra a industriales, comerciantes, banqueros y terratenientes, pero también a especuladores y rentistas; a personeros del crimen organizado y del narcotráfico, a funcionarios públicos en los planos municipal, estatal y federal; gerentes de empresas monopolistas nacionales y extranjeras, liderazgos deshonestos, en los ámbitos político, social, profesional, militar-policiaco, eclesial, que aun no siendo en algunos casos propietarios directos de “medios de producción social” detentan riquezas derivadas de la retención de una parte de la plusvalía generada en las relaciones de explotación asalariada.
Desde luego la clase capitalista no es homogénea. Tiene jerarquías y alcurnias, pero también escalones de subida y de bajada. Los reacomodos son constantes y eventualmente, abruptos.
La sobrevivencia y afianzamiento dependen de su capacidad para acumular, concentrando y centralizando capitales. En la cúspide de la burguesía mexicana se ubican no más de 1 millón 300 mil personas, el 1% de la población, los cuales sedimentan el 41.2% de la riqueza neta y poseen, respectivamente, el 20.5% y el 87.9% de los activos físicos y financieros. Pero aún en este segmento de la alta burguesía, se puede apreciar una minúscula y transnacionalizada oligarquía (0.1%), de no más de 130 mil personas, quienes atesoran 22.3% del patrimonio total y casi un tercio de los activos financieros.[1]
Se trata de una oligarquía financiera, expresión acabada del imperialismo, el capitalismo en su fase monopolista, el enemigo principal del pueblo trabajador.
Esta oligarquía ha financiarizado prácticamente todas las esferas de la economía y de la vida social. Maneja inmensos recursos y obtiene pingues ganancias.
La oligarquía y adláteres controlan más del 90% de todos los activos del sistema financiero, una cantidad aproximada a los 34 billones de pesos a través de instituciones bancarias, sociedades de inversión especializada en fondos para el retiro (Siefores), fondos de inversión, aseguradoras, casas de bolsas, sociedades financieras de objeto múltiple (Sofomes) y otras.
Por eso no ha de sorprender el billón 178 mil millones de pesos de utilidades bancarias acumuladas durante el gobierno obradorista, con un crecimiento del 68% respecto al sexenio peñista.
La inmovilidad de la normatividad bancaria y financiera favorable a la liberalización y financiarización de capitales, asociado a las tasas de interés y la fijación de comisiones, entre las más elevadas del orbe, explican los enormes beneficios en esta esfera; pero, sobre todo, el dominio de la oligarquía financiera en la vida política, económica y social del país.
El placeo en Palacio Nacional, el pasado 6 de noviembre, con personificaciones del capital financiero global, como Larry Fink, presidente de BlackRock, y Adebayo Ogunlesi, director ejecutivo de Global Infrastructure Partners, es reveladora de la influencia de estos capitales en las elites políticas y económicas.
Esta vertiente de financiarización en la reproducción del capital somete y merma la actividad productiva y profundiza las distorsiones de la nuestra subdesarrollada y dependiente economía. Todo indica, que el magro crecimiento económico en el sexenio lopezobradorista, rondará acaso en el 1%; lejos de 4% ofrecido e incluso, inferior al registrado en el periodo neoliberal, ligeramente superior al 2%.
La finalidad de la oligarquía, a juicio de Platón y Aristóteles, es la preservación y acrecentamiento de la riqueza de los ricos, algo que parece ocurrir en el modelo del “bienestar y de la prosperidad compartida”. Esa oligarquía, a veces adversaria y otras, aliada de la burguesía liberal y de la clase media progresista.
La movilidad burguesa
Probablemente cerca de dos millones de personas, con ingresos elevados, constituyan una franja de movilidad pequeñoburguesa con ingresos medios y altos, hacia la clase capitalista. Es un segmento aspiracionista de empleados del Estado y de corporativos privados y/o con propiedades, negocios propios e inversiones financieras (incluyendo las asociadas a actividades ilícitas).
El resto de la población está poblada de proletarios y semiproletarios, capas inferiores de la pequeña burguesía (clase medieros jodidos) y; un numeroso lumpen, carne de cañón del crimen organizado, clientela política y base social de grupos de presión.[2]
El progresismo pequeñoburgués
Su oferta es la movilidad meritocrática, acotada empero, a la parte superior del perímetro de la “clase media”, con programas sociales, educación y capacitación con resabios bancarios (cuestionada por la pedagogía freireana), posesión de propiedades (inmuebles e inmuebles) y la financiarización de su vida.
La avasalladora aparición de regeneradas “alternancias generacionales”, en el dominante bloque hegemónico, provenientes de elites regionales y nacionales del antiguo régimen con presencia en espacios estratégicos de toma de decisiones en los poderes ejecutivo, legislativo y judicial tanto en los ámbitos federal como local, revela la transmutación de familias y personificaciones del capital de viejo cuño, -ora conservadoras, ora liberales y viceversa-, como solía ocurrir en el México decimonónico.
El realineamiento de clases en plena transformación en el México actual hace florecer nuevas capas de las burguesías locales y regionales siempre en alianza con linajes oligárquicos. Un caso paradigmático, es la lozana burguesía del sureste mexicano cuya extensión abraza al sur del país, incluyendo la cintura istmeña, a través del corredor transístmico, plataforma para su internacionalización al sur-sureste estadunidense y al enorme pacífico.
Análisis clasista de la realidad
Este genérico trazo societal, sirve para recordar la perspectiva socialista y comunista de clase social para diagnosticar nuestra realidad y diseñar el cuerpo organizativo y discursivo de la clase trabajadora.
Es para que la izquierda socialista y comunista no olvide proyectar en su praxis y programas de lucha las causas y empeños de emancipación proletaria en clave anticapitalista.
[1] Ver el estudio de Miguel del Castillo Negrete, La desigualdad del ingreso y la riqueza. Nuevas aproximaciones conceptuales y metodológicas, CEPAL, 2023. Liga: https://www.cepal.org/sites/default/files/news/files/presentacion_miguel_del_castillo.pdf
[2] Ver el artículo de Andrés Peñaloza, La masa trabajadora, explotada y sin liderazgo proletario en https://sicmx.org/2024/09/10/la-masa-trabajadora-explotada-y-sin-liderazgo-proletario/