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LA ENERGIA UNIVERSAL DEL COSMOS

Reina hoy un gran consenso en la comunidad cientí­fica de que nuestro universo surgió hace 13,700 millones de años, a partir de un evento altamente caótico: una inconmensurable explosión llamada big bang. Con ella, la energía originaria, la materia y la información se es­parcieron. Surgió así el espacio y el tiempo; se formaron las galaxias, las estrellas, los planetas, todos los demás seres, incluso la vida y nosotros, seres humanos. Un día estábamos todos juntos en aquel puntito ínfimo, millares de veces menor que la punta de un alfiler. Por eso hay conexiones permanentes de todos con todos.

A medida que se fue expandiendo el universo, se fue autocreando, autoregulando y autoorganizándose en sistemas cada vez más complejos. Todos son inter­dependientes y están ligados a las cuatro fuerzas que sustentan y hace evolucionar continuamente todas las cosas: gravitacional, electromagnética, nuclear débil y nuclear fuerte.

Cuanto más avanza, más se envuelve la evolución en sí misma, dejando surgir órdenes cada vez más complejos y organizados. En esta dinámica crece la interioridad, base para que haya conciencia y propósito, hasta irrum­pir un ser altamente complejo, que es la vida, aparecida hace 3,800 millones de años, y, como «subcapítulo de la vida», la vida humana consciente e inteligente.

Los cosmólogos afirman que originalmente, antes de todo, lo que había era el así llamado Vacío Cuántico. Tal vez no sea éste el nombre más adecuado, porque es un océano sin márgenes e insondable, impregnado de energías. Todo sale de él: los elementos subatómicos con los top quarks, los protones, los electrones, los neutrones y otras centenas de ellos. El mismo punto ínfimo que explotó después es una condensación de energía que brotó del Vacío Cuántico.

Algunos de esos seres se colapsan; otros se consolidan y permanecen. Otros más vuelven adonde salieron. Y así sucesivamente, en un dinamismo inimaginable de seres que aparecen y desaparecen.

Como se trata de la Energía Universal, muchos pre­fieren llamarlo, en vez de Vacío Cuántico, Abismo Alimen­tador de Todo o Fuente Originaria de Todo el Ser. Yo prefiero esta última expresión por ser más sugestiva y fecunda y porque es otro nombre de Dios.

Esta Energía está actuando permanentemente en el universo. Subyace a cada ser, alimentándolo en la exis­tencia y haciéndolo coevolucionar (junto con los demás seres).

Es una Energía cargada de propósito, porque ha organizado todos los elementos de forma tan sutil y equilibrada, en fracciones milimétricas de segundo, que ha permitido que el universo sea lo que es hoy. Por ejemplo, si en los primeros momentos después de la gran explosión la fuerza gravitacional hubiera sido un poco más fuerte, hubiera atraído hacia sí todos los elementos, hubieran explotado unos sobre otros, y no hubiera habido expansión ni creación del universo. Por el contrario, si la gravedad hubiera sido muy débil, todos los elementos se hubieran expandido rápidamente, no se hubieran con­densado ni hubieran formado las estrellas, los soles y los planetas, la Tierra y a nosotros mismos. No existiríamos. Pero todo fue montado con tal proporción que podemos estar ahora pensando en todas estas cosas. De haber sido un poco diferente, no estaríamos aquí.

Para las religiones, incluso para el cristianismo, esta Energía Originaria es el Espíritu Creador. Él llena el universo, anima a todos los seres y actúa en cada uno de ellos. Es una fuerza de amor, de comunión y de unión. Por eso, todos los seres están enraizados en el Espíritu y en comunión unos con otros. Todo vive dentro de una tela complejísima y nadie vive fuera de ella. Por eso, to­dos los seres, hasta los más diferentes y distantes, somos interdependientes. Somos hermanos y hermanas, porque venimos del mismo Útero Generador de todo.

Hoy sabemos también que todos los seres vivos, desde la bacteria más invisible, pasando por los grandes dinosaurios, los caballos, el más pequeño pajarito hasta llegar al ser humano, tenemos el mismo código biológico de base. Estamos hechos con los mismos ladrillitos que son los veinte aminoácidos y las cuatro bases fosfatadas (citosina, adenina, guanina, timina) que permiten las diferentes combinaciones de los aminoácidos. Esto confir­ma el sentir de Francisco de Asís: todos somos hermanos y hermanas, hermanos del árbol, de la golondrina, del gato y de todos los seres humanos. Formamos la gran cadena de la vida, de la que somos miembros.

Por el hecho de estar el universo lleno de propósito y no ser caótico, se le llama cosmos, es decir, una realidad «cosmética», bella, sinfónica e irradiante. Como todo vino de un caos inicial, este caos acompaña la evolución. Pero la Fuente Originaria consigue transformar el caos en algo constructivo y generador. El ser humano participa de esta situación, llevando consigo el caos y el cosmos. Por eso es al mismo tiempo sapiente y demente. En él comparecen dimensiones luminosas y dimensiones sombrías. Tiene un lado dia-bólico que divide y un lado sim-bólico que une. Reforzando el lado luminoso, logra contener la fuerza destructiva del lado sombrío.

La flecha del tiempo apunta hacia arriba y hacia adelante, subiendo en la escala de la evolución rumbo a formas cada vez más complejas, más ordenadas, más dotadas de conciencia, de inteligencia y de capacidad de comunicación y de amor.

La Energía U ni versal que crea y sustenta perma­nentemente el cosmos está siempre disponible. Viene con más intensidad en la medida en que la invocamos y entramos en diálogo con ella. Estableciendo con esta Energía una comunión de amor, nos sentimos como llevados por ella. Y aunque nunca nos falte, es impor­tante invocarla para que el sentido de nuestra vida y el propósito de todas las cosas se revelen y potencien. El efecto de la comunión con la Fuente Originaria de Todo Ser es la experiencia de belleza y de éxtasis reve­rente ante lo más sagrado de la vida y de cada ser. Todo ser revela la presencia de la Energía Universal y debe seguir existiendo porque pone de manifiesto singulares dimensiones de esa Energía.

Es reconfortante sentirnos inmersos en esta fuente de la que mana energía perenne, dinamismo y vida para cada uno de nosotros y para todos los seres, compañeros nuestros en la aventura que vivimos en el universo y en la Tierra. Nos encontramos dentro de una inconmensu­rable burbuja llena de energía y de informaciones que se expande irrefrenablemente. Es lo que el paleontólogo y místico Pedro Teilhard de Chardin llamaba milieu divin (medio divino), el medio en el que somos, respiramos, nos expandimos y coevolucionamos.

El taoísmo budista llama a la Energía Universal Tao, que está presente en todos los seres y más allá de ellos. Es difícil definir el Tao. Literalmente significa «camino». Pero más profundamente representa la fuerza misteriosa que hace abrir un camino. Y cada ser tiene su camino y está a merced del Tao.

El Tao, que no tiene origen, da origen a todo. Y el que es inexpresable, da expresión a todo. Todo ser posee la presencia singular del Tao, sin dejar él de ser universal.

La tradición hindú, especialmente la del Hatha-Yoga, llama a la Energía Universal Prana, que en sánscrito significa «respiración cósmica»: la Energía U ni versal que penetra todos los seres y que en los seres vivos se manifiesta en la respiración y en el movimiento.

La tradición hindú más ancestral la llama Kundalini, que en sánscrito significa «fuego de la serpiente». En realidad, todo provino de un inmenso fuego originario del big bang. Nosotros mismos vivimos del fuego fun­damental que viene del Sol y de las estrellas. La Tierra tiene en su centro un fuego líquido que arde siempre, y de vez cuando irrumpe por los volcanes. También nosotros, hombres y mujeres, estamos asentados sobre un horno de fuego ardiente. Es la Kundalini, cuyo fuego zigzagueando como una serpiente (de ahí el nombre de Kundalini) sube por la columna vertebral, anima y for­talece la vida y especialmente se detiene en los puntos de energía (chakras), para despertarlos.

Se trata, pues, de la presencia de la Energía Universal en forma de energía ígnea, que además de llenar todo el universo, está en los seres humanos, como enrollada sobre sí misma al final de la columna vertebral.

Del libro de Leonardo Boff, “Meditación sobre la luz”, México 2010 EDICIONES DABAR

Taller Medicinas Tradicionales,  Manzanillo, Col. Junio de 2023. 5518254426

SIC mx

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