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FEMINICIDIOS Y DESAPARECIDOS DE LA SIERRA GORDA

Querétaro, Qro., a 29 de abril de 2020 – Si alguien ha vivido en carne propia los feminicidios y las desapariciones en la Sierra Gorda queretana, es Dalia, cuyo esposo, Rubén, desapareció en 2010, en tanto que su hermana Rocío fue asesinada en 2016.

El nombre completo de Dalia es Flor Idalia Rubio Landa y es de Agua Zarca, comunidad queretana del municipio de Landa de Matamoros, situada en los límites con Hidalgo y San Luis Potosí, que destaca por el son huasteco, la belleza y la majestuosidad de sus montañas verdes, cuyas cimas tocan las faldas de las nubes, mientras que al borde de los profundos precipicios pastan algunos animales de pezuña y las casas, levantadas con dólares, también hacen malabares para sostenerse.

Es de tal calado la pobreza del municipio, más del ochenta por ciento de sus habitantes son pobres, que la migración en la Sierra Gorda queretana es considerada como un oficio por los lugareños y no un fenómeno de la movilidad humana. En 2018, los migrantes queretanos de los dieciocho municipios aportaron más de 600 millones de dólares a la economía del estado.

De acuerdo a los investigadores Durand y Massey, la migración queretana a Estados Unidos inició en 1884, en tanto que, en Agua Zarca se ha documentado la evolución del fenómeno migratorio desde 1950. De acuerdo a documentos consultados en los archivos de la delegación municipal por el investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Ricardo Jarillo, entre 1954 y 1979 la autoridad local emitió salvoconductos que amparaban la vecindad y la buena conducta de los interesados en emigrar a Estados Unidos.

En la década de los sesenta el erario de las presidencias municipales de la Sierra Gorda eran tan exiguo que los titulares se iban de braceros a la Unión América, tal y como lo consigna el historiador Kevyn Simon Delgado en “Querétaro en pie de lucha. Memoria de las izquierdas y luchas sociales en Querétaro” (2019).

  • Feminicidios

Además de jornaleros migrantes desaparecidos en la Sierra Gorda, también han ocurrido casos de mujeres degolladas que la Fiscalía queretana no ha clasificado como feminicidios y que han sido dados a conocer por distintos medios de la región serrana.

No sólo Rocío, hermana de Dalia, fue degollada en esta región boscosa, también ha habido otros, como el de Carmen Camacho Chavero quien fuera degollada el 22 de marzo de 2015. La víctima era de Concá, comunidad de clima semitropical del municipio de Arroyo Seco. Era trabajadora doméstica, tenía 22 años de edad y un bebé de 10 meses. Su cuerpo fue encontrado en la casa en la que trabajaba y junto a ella estaba su hijo en medio de un charco de sangre. Aunque no ha quedado claro el móvil del asesinato, en el mismo participaron algunos de sus propios familiares. El crimen no fue clasificado como feminicidio por la entonces Procuraduría General de Justicia de Querétaro.

Otro feminicidio fue el de María Juana Alvarado, quien fuera asesinada a balazos a plena luz del día, el 29 de marzo de 2019, por su esposo con quien estaba haciendo trámites para la división de sus bienes después de divorciarse. Era abogada y tenía un negocio en la cabecera municipal de Jalpan de Serra. Aquel día el asesino, Alfonso Dávila Arellano, en el mismo momento y lugar, también hirió a Zayra, hija de ambos, mató a la pareja sentimental de María Juana y cometió suicidio disparándose a la cabeza.

Rosabelina de la Cruz Cortés, tenía 23 años de edad cuando fue degollada el 16 de enero de 2020. Era madre soltera, tenía un hijo de cinco años y vivía en El Lobo, Landa de Matamoros. Después de haber estado desaparecida durante doce días, fue encontrada sin vida en un paraje boscoso, semidesnuda y atada del cuello con un cable de electricidad. El presunto feminicida, su expareja sentimental, primero acosó a Rosabelina en las redes sociales y al poco tiempo del asesinato fue detenido por la Fiscalía General de Justicia de Querétaro, instancia que, ante la presión social, clasificó el delito como feminicidio.

  • El rostro del olvido

“Ha sido muy difícil vivir con la ausencia de mi esposo en estos diez años —señala Dalia, quien se muestra resignada—, sobre todo, al principio, cuando mi hijo tenía tres años y no entendía lo que estaba pasando y, cuando en su escuela festejaban el Día del Padre, no entendía por qué su papá no estaba a su lado como sí lo hacían otros padres con sus hijos”.

Dalia tiene 35 años de edad y un hijo, Rubén, de 13. Su esposo, Rubén Garay Camacho, desapareció en Salinas Hidalgo, San Luis Potosí, el 5 de abril de 2010, en un autobús en el que iban otros 43 jornaleros agrícolas que pasarían por la frontera de Altar, Sonora a Estados Unidos. A raíz de la desaparición de su esposo, Dalia se enfermó de alcoholismo durante dos años.

Dalia es descendiente del General Brigadier Porfirio Rubio Rubio, quien participó en la Revolución Mexicana e impuso un largo cacicazgo en los límites de Querétaro, San Luis Potosí e Hidalgo, que duró desde la década de los veinte hasta los años cincuenta, a raíz de su muerte. Después de una década transcurrida y, a pesar del retrato colgado en la pared, en el que su padre aparece junto a una imagen de la Virgen de Guadalupe, el hijo de Dalia dice que, aunque él no quiere, el rostro de su papá se está borrando de su memoria.

“Hace años perdí la esperanza —confiesa Dalia— que mi esposo aparezca y no he querido rehacer mi vida con otro hombre. Mi hijo es muy celoso y yo estoy sólo para él. Mi esposo no tenía vicios, era muy tranquilo, muy sociable, muy amoroso, quería mucho a su hijo y ahora no podría imponerle a otra persona, primero está mi hijo”.

  • Polleros

Históricamente, para cruzar de manera indocumentada a Estados Unidos en los municipios queretanos con media y alta intensidad migratoria, han existido personas de las propias comunidades que se encargan de organizar grupos de gente que, por el pago de cierta cantidad acordada con cada uno, los trasladan y cruzan la frontera norte. Son personas conocidas como caminadores, polleros o coyotes.

Sin embargo, a partir de 2006, cuando el presidente Felipe Calderón declaró la guerra al narcotráfico, los cárteles tomaron las rutas migratorias e impusieron cuotas a quienes van en busca del llamado sueño americano y, si no pagan, son extorsionados, golpeados, secuestrados y, en los casos más extremos, asesinados y desaparecidos.

El suegro de Dalia, Abel Garay Martínez, tenía muchos años de pollero. Juntaba a un grupo de personas, fijaba una fecha y los citaba en la Central Camionera de Jalpan, ahí tomaban un camión a la Terminal de Autobuses de San Luis Potosí, lugar en el que bajaban, cruzaban la calle y, en una gasolinera abordaban el camión que los llevaría a Altar, Sonora, sitio en el que Abel entregaba la gente a sus hijos, Noé y Severino y a su hermano Leonardo, quienes se encargaban de llevarlos a diversos lugares de Estados Unidos.

En algún momento de su vida, Dalia también incursionó en esta ruta migratoria de la familia Garay y vivió en Phoenix, Arizona durante dos años con su esposo, al que la gente identificaba como “El Pollo”. En aquel tiempo se dedicó a mover a los migrantes en Estados Unidos. Aunque ganaba muy bien, a Dalia le daba miedo la actividad que realizaba su esposo, porque en Estados Unidos está más penado el tráfico de personas que en México. Meses antes de que desapareciera el primer autobús (el 17 de marzo de 2010, con 36 personas a bordo, 18 de ellas del municipio de Landa de Matamoros, Querétaro), el suegro de Dalia le pasó los viajes a su esposo porque, debido a su edad, se le hacía cansado y, en ese lapso, hizo tres viajes de Jalpan, a Altar, Sonora.

Dalia trabaja en una tienda de Agua Zarca desde agosto de 2009. Cuando se casó, llevó a su esposo a vivir con ella a la casa de sus papás, sin embargo, la familia de éste, por el machismo, le echaban en cara que ella lo mantuviera, por eso don Abel le dio algunos viajes a la frontera, para que tuviera de ingresos, dándole 100 dólares por cada persona que llevaba a la frontera norte.

Cuando desapareció el primer autobús con jornaleros serranos, el esposo de Dalia estaba en la frontera porque había llevado un viaje. Le marcó para preguntarle que si sabía lo que había ocurrido y dijo que sí, pero que el lugar en el que él andaba era tranquilo y que ya habían pagado las cuotas correspondientes por todos los lugares que iban pasando, para que no los molestaran y no les hicieran nada.

Después, cuando Rubén regresó a Agua Zarca y, aunque ya todo mundo estaba temeroso por el autobús que había desaparecido, su papá le dijo que hiciera otro viaje. Aunque se resistió, por el temor de que le ocurriera lo mismo, su papá le dijo que si no lo hacía no le daría más viajes.
Presionado por su papá, Rubén salió el 5 de abril de 2010 con un grupo de siete personas de Pinal de Amoles a la Terminal de Autobuses de San Luis Potosí, bajaron del autobús, cruzaron la avenida y subieron al camión marca Dina, placas 237 RM-2, que ya los esperaba en una gasolinera y en el que había otros polleros con su respectivo grupo de gente, para llevarlos a la frontera de Altar, Sonora.

Los temores de Dalia y Rubén se convirtieron en realidad y desde aquel 5 de abril, el camión y sus 45 ocupantes desaparecieron en la carretera federal 49, a la altura de Salinas de Hidalgo, San Luis Potosí. Dalia se enteró hasta el día siguiente de lo ocurrido, porque uno de sus cuñados que esperaba el camión en Altar, Sonora le dijo que no había llegado.

Al principio, la mayoría de los familiares de los jornaleros migrantes no querían denunciar las desapariciones por miedo a los polleros, pero Dalia sí lo hizo, aunque su suegro era uno de ellos. La Procuraduría General de la República tomó el caso, pero únicamente fue en contra de los polleros locales y nunca buscaron a los desaparecidos, deteniendo a Bernardo González Jiménez, Esteban García Pérez, Arturo Mayorga Villeda y Abel Garay Martínez.

Cuando, en marzo de 2011, detuvieron a los polleros, los familiares del suegro de Dalia, diariamente la acosaban en la tienda en la que trabaja, presionándola para que quitara la demanda por la desaparición de su esposo y los otros jornaleros queretanos desaparecidos el 5 abril de 2010.

El suegro de Dalia declaró ante las autoridades que él no era pollero, sin embargo, por increíble que parezca, dijo que su hijo sí lo era. Fue por eso que Dalia denunció que su suegro era pollero y que prácticamente había obligado a su marido para que ese día llevara al grupo de siete jornaleros de Pinal de Amoles a Altar, Sonora.

Finalmente, los familiares de los desaparecidos también declararon que el suegro de Dalia era el pollero con quien habían hecho el trato. Fue así que en marzo de 2011, entre otros polleros, encarcelaron a Abel Garay Martínez, acusado de tráfico de personas y, en enero de 2016, fue liberado.

Sin embargo, un año después, el 5 de enero de 2017, Abel Garay Martínez fue asesinado a balazos en su propia casa por Mario Martínez Garay, policía municipal de Landa de Matamoros, quien era su cuñado y, en el mismo momento, también asesinó a Leonardo Garay, padre de Abel y yerno del asesino. De acuerdo a lo publicado por diversos medios, el móvil fue una disputa familiar.

  • El viacrucis de Rocío

Antes de ser asesinada, Rocío tenía alrededor de un año separada de Feliciano Santiago padre de dos de sus tres hijas y se encontraba en un difícil momento emocional. Lo dejó porque, a pesar de estar embarazada, la golpeaba desde que él estableció una relación sentimental con otra mujer. Rocío se fue a vivir a un departamento ubicado en el Depósito de Cerveza Bacevi, en donde ella era gerente.

Desesperada, Rocío buscó la ayuda de diversos curanderos, en diferentes lugares del país, para que le hicieran un hechizo o “amarre” para que su esposo regresara con ella, sin resultados favorables para ella. Fue así que, por recomendaciones de algunas personas, en enero de 2016 Rocío acudió en compañía de su hermana Dalia a Actopan, Hidalgo, en busca de un curandero del que le habían hablado maravillas. Así conocieron a Alejandro Lévano, quien cobró a Rocío ocho mil pesos por “el trabajo” o ritual de curandería para que su esposo regresara con ella.

Por la lejana distancia entre Agua Zarca y Actopan, Rocío continuó consultando al curandero vía WhatsApp y ella le transfería diversas cantidades de dinero a su cuenta bancaria, en pago a las consultas realizadas por el mismo medio, aunque, de acuerdo con Dalia, nunca hubo ningún resultado favorable para su hermana.

Dalia señala que, curiosamente, en lo que supuestamente sí adivinaba el curandero, eran los momentos en los que su hermana recibiría alguna llamada del papá de sus hijas. Le decía que si le depositaba equis cantidad, le aseguraba que tal día a tal hora, su esposo se comunicaría con ella, que le hablaría de manera tranquila, sin pelear.

Tal y como el curandero lo había dicho, el esposo de Dalia le hablaba desde Estados Unidos porque ya se había ido a vivir a aquel país.

  • El fatal desenlace

El nombre completo de Rocío, era María del Rocío Neli Rubio Landa y, después de haber sido golpeada, humillada, vigilada y extorsionada durante casi dos años, el martes 23 de agosto de 2016, fue degollada en su propia casa por Saúl Lévano, el curandero al que consultaba desde enero de aquel año.

De acuerdo a los testimonios de quienes vieron a Rocío en las últimas horas de su vida, mencionaron que el asesino se desplazó de Actopan, Hidalgo, a Agua Zarca, Landa de Matamoros, con la finalidad de desenterrar unas monedas que, supuestamente y, de acuerdo al curandero, estaba en la casa de la víctima, con quien acordó reunirse aquel 23 de agosto.

Aquel día Rocío fue a El Lobo, comunidad ubicada en la carretera federal 120 San Juan del Río-Xilitla, por el curandero, lugar en el que quedaron de verse a las dos de la tarde para llevarlo en su camioneta a su casa y nadie supo de ellos el resto del día porque entró con él directamente hasta la cochera.

Fue hasta el día siguiente, alrededor de la 9 de la mañana, en que familiares y trabajadores encontraron el cadáver de Rocío acostado bocabajo en su cama, sin huellas de forcejeo o violencia, con un brazo doblado hacia atrás de su espalda y tres heridas en su cuello. La hora aproximada de la muerte fue a las 10 de la noche.

Las cámaras de videovigilancia de la casa de Rocío registraron la presencia de Saúl Lévano aquel martes 23 de agosto, pero no existe grabación de cómo la degolló y tampoco se sabe a qué hora y cómo fue que salió de la casa y de Agua Zarca, ya que la camioneta de Rocío permaneció estacionada donde ella la dejó.

  • Investigación criminal

Ante el cadáver de su hermana, Dalia juró que el asesino pagaría, que el feminicidio no quedaría impune. Después del duelo puso manos a la obra, sabedora de la ineficacia, indolencia o lentitud de las autoridades judiciales, con sus propios recursos conformó y organizó un equipo de investigación y búsqueda del paradero del curandero Saúl Lévano y, sobre la marcha, diseñó las estrategias a seguir.

Como era de esperarse, el presunto asesino había huido de Actopan, sin embargo, al cabo de algunos meses el equipo interdisciplinario constituido por Dalia, lo ubicó en Doxey, comunidad del municipio de Tlaxcoapan, estado de Hidalgo, situada a dos horas de Actopan y a cinco kilómetros de Tlahuelilpan, sitio en el que murieron 93 personas por la explosión de una toma clandestina de combustible de los ductos de Pemex en enero de 2019.

Para el equipo investigador de Dalia no fue fácil dar con el curandero. Realizaron alrededor de veinte viajes de Agua Zarca a diversas comunidades y cabeceras municipales del estado de Hidalgo, hasta que llegaron a Doxey, situado de Agua Zarca a alrededor de 6 horas y 250 kilómetros de ida y otro tanto de regreso por la carretera federal 85. Dalia salía de Agua Zarca a las tres de la mañana en su coche hasta Pisaflores, Hidalgo que está a una hora de distancia, ahí dejaba su automóvil y se iba en el de un amigo suyo de esa localidad. Después enfilaban a Ixmiquilpan en donde se integraba una tercera persona.

Doxey era un lugar de huachicoleros, cualquier persona desconocida que entrara a la comunidad era vista con recelo, por lo que el equipo de investigación de Dalia, corría el riesgo de ser agredido, por eso se hizo acompañar de las personas de Hidalgo, con un coche con placas de aquel estado, del que se bajaban en las tiendas para preguntar por los curanderos del lugar.

Fue así como llegaron al domicilio en el que vivía Saúl Lévano, quien estaba refugiado en la casa de su mamá, quien también era curandera. Cierto día Dalia y su equipo de investigación pararon el vehículo en el que iban durante varias horas, fingiendo que estaba descompuesto, cerca de la casa del asesino. De este modo pudieron advertir quienes vivían en el lugar.

Después de más de un año, Dalia entregó un mapa de la comunidad, fotografías, domicilio y demás información relevante a los agentes del ministerio público de Jalpan quienes se encargaron de llevar ante la justicia al asesino de Rocío en agosto de 2018. Sin embargo, la recién creada Fiscalía General de Justicia de Querétaro no lo acusó de feminicidio, por lo que Saúl Lévano recibió una sentencia definitiva por homicidio doloso.
Esto, a pesar de que el Artículo 126 bis del Código Penal de Querétaro, establece que, entre otras, las causales de feminicidio es el daño corporal cuya visibilidad genere indignación, estupor o miedo.

  • Índices

De acuerdo al Coneval (2010) más del 80 por ciento de los habitantes del municipio de Landa de Matamoros viven en la pobreza y escasamente tienen acceso a la salud. Es por eso que los enfermos recurren al auxilio comunitario, tal y como ocurrió el 6 de marzo en que la delegación municipal de Agua Zarca organizó una huapangueada, con la finalidad de reunir fondos para el tratamiento de cáncer un niño de 13 años de edad.

En opinión de Agustín Escobar Ledesma.

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